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Dirac había cuantizado el campo electromagnético y poco
                    después, en 1927, Pascual Jordan extendía ese trabajo a cualquier
                    campo: se había convencido de que todo, desde los electrones y
                    los protones a la fuerza electromagnética que los mantiene ligados
                    en los átomos, surge en última instancia de campos cuánticos.

         «La luz no es un material de propagación instantánea,
         tiene una velocidad, y es finita.»

         -  RICHARD  FEYNMAN. EL CARÁCTER DE LA  LEY FÍSICA  (1965).

                        Ese mismo año Heisenberg, trabajando en las consecuencias
                    de su mecánica matricial, introducía sus relaciones de incerti-
                    dumbre en el artículo «Sobre el contenido claro de la teoría cuán-
                    tica de la cinemática y la mecánica», en la revista Zeitschrift für
                    Physik. ¿Qué es lo que aparece si unimos el trabajo de Dirac y
                    Jordan al de Heisenberg? Que el campo electromagnético es, en
                    realidad, un hervidero de fotones que aparecen y  desaparecen
                    como pompas de jabón, pero imposibles de observar.
                        Las partículas virtuales ofrecían a  los teóricos nuevas he-
                    rramientas para describir las interacciones subatómicas, aunque
                    nunca imaginaron que el precio a pagar fuera tan alto. Sabían que
                    podían usarlas para añadir correcciones a sus cálculos y,  de este
                    modo, obtener valores más precisos de cantidades electrodinámi-
                    cas como la autoenergía del electrón, calculada por primera vez
                    por Heisenberg y Pauli en 1929-1930. Cuando se hace esto en física
                    (técnica que se conoce como «teoría de perturbaciones»), normal-
                    mente cada nueva corrección es más pequeña que la anterior, pues
                    lo que se está haciendo es afinar cada vez más el resultado. Lo
                    mismo sucede cuando se quiere encontrar una emisora de radio:
                    al principio la amplitud del desplazamiento por el dial es grande,
                    pero se va reduciendo a medida que localizamos la frecuencia de
                    emisión. Pero cuál no sería su sorpresa al descubrir que, en el caso
                    de los cálculos electrodinámicos, la contribución de las correccio-
                    nes a la autoenergía se disparaba al infuúto. Durante la década de
                    1930 problemas sinülares habían aparecido con otras cantidades,
                    como en la llamada polarización del vacío (véase la figura).





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