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AL INFINITO Y MÁS ALLÁ
La teoría cuántica necesitaba nuevos datos experimentales y
nuevas ideas teóricas que pudieran iluminar el camino en el que
llevaba atascada dos décadas. Los primeros iban a empezar a ob-
tel).erse en los laboratorios que estaban construyendo ciclotrones,
los primeros aceleradores de partículas en los que se las hacía cho-
car contra hojas de metal o gases y cuyos productos de colisión se
fotografiaban en unos detectores llamados «cámaras de niebla»,
capaces de registrar el paso de las partículas. En 1936, Princeton
había construido el suyo por el coste de unos cuantos coches.
Lo segundo (nuevas ideas teóricas) era harina de otro costal,
pues las ideas no crecen en los árboles: hay que ponerse a pensar
mucho y bien. Feynman necesitaba salir del atolladero en el que
estaba metido desde Princeton y obtener una versión relativista
de su nueva formulación cuántica. Para ello decidió reducir el
universo a una sola dimensión espacial y otra temporal: el elec-
trón únicamente podía moverse adelante y atrás por una línea
recta, como un pato de un puesto de tiro al blanco de las ferias.
Con tan drástica simplificación quería ver si podía derivar, usando
el método que había inventado en Princeton, la ecuación unidi-
mensional de Dirac. Lo consiguió, pero decidió no publicarlo: era
solo un indicativo de que iba por buen camino.
Entre tanto, en la comunidad de físicos teóricos crecía un
devastador sentimiento de impotencia. Llevaban más de dos dé-
cadas enfrentándose a un grave problema y no estaban más cerca
de resolverlo que cuando se planteó por primera vez. ¿Qué era eso
que les tenía tan inquietos? Desde que Dirac introdujera, por un
lado, la ecuación relativista del electrón y, por otro, la segunda
cuantización del campo electromagnético, los físicos habían cal-
culado todo lo calculable. Y al hacerlo se encontraron con una
curiosa paradoja: la aproximación más simple daba resultados en
excelente acuerdo con los datos experimentales, pero tan pronto
como llevaban esa aproximación un poco más allá refinando los
cálculos, los términos adicionales se disparaban al infinito. Así
estaban desde la década de 1930 y nadie entendía por qué ocurría
ni sabía cómo resolverlo.
LA ELECTRODINÁMICA CUÁNTICA: QED 85