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REGRESO AL FUTURO

        El fracaso y la incomprensión por parte de sus colegas que signi-
        ficó el encuentro de Pocono para Feynman no le hizo desistir. De
        su trabajo con el efecto Lamb había entendido cómo domesticar
        esos infinitos que surgían por doquier en la teoría y, siguiendo su
        peculiar estilo de trabajo, lo había aplicado a muchos otros aspec-
        tos, siempre con éxito. Pero aún le quedaban muchas cosas que
        hacer antes de dar por terminada la construcción de esa nueva
        forma, muy original, de comprender la QED.
            Lo primero que había hecho Richard Feynman con su teoría fue
        dar una explicación alternativa al mar de electrones de energía ne-
        gativa que llenaba el universo de Dirac. Recordemos que son invisi-
        bles a nuestros detectores hasta que un fotón de radiación gamma
        de muy alta energía golpea a uno de ellos y lo trae a nuestro mundo.
        En ese instante se produce un par electrón-hueco, y ese hueco se
        comporta como un electrón con carga positiva, el positrón, la anti-
        partícula del electrón. Este es el proceso que se conoce de creación
        de pares. En sentido inverso, cuando un electrón cae y rellena ese
        hueco, emite dos ( o tres) fotones gamma, y lo vemos como una
        desintegración del electrón con el positrón. No era una idea muy
        atractiva para los físicos, pero no había otra interpretación y fue el
        único juego en el casino de la QED durante dos décadas.
            El «truco» de Feynman estaba inspirado, como él mismo con-
        fesó en su discurso de aceptación del premio Nobel, en una lla-
        mada que recibió en el otoño de 1940 de su director de tesis, J.A.
        Wheeler:  «Feynman, ya sé por qué todos los electrones tienen la
        misma carga y la misma masa». «¿Por qué?», preguntó Feynman.
        «¡Porque todos son el mismo electrón!», contestó Wheeler.
            Esta idea casi absurda de Wheeler consistía en que un único
        electrón zigzagueando por el espacio-tiempo podría verse, en un
        momento dado, como muchos electrones en diferentes posicio-
        nes. Lo podemos explicar con una analogía bélica extraída de la
        Segunda Guerra Mundial:  el visor de un B-27.  Cuando el oficial
        bombardero miraba por él, veía una pequeña porción de todo el
        campo que estaba bajo sus pies. Imaginemos que en cierto ins-
        tante se encuentra pasando por una zona donde existe un camino






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