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En  1669  dieron fruto  sus contactos con el  elector de Ma-
                     guncia y fue nombrado para el Alto Tribunal de Apelación,  del
                     que formó parte hasta 1672. Años después volvería a actuar de
                     jurista en Hanóver. A pesar de su grado de doctor en Derecho, no
                     le atraía especialmente ese mundo, pues si bien admiraba a los
                     jueces, menospreciaba la labor de los abogados, razón por la cual
                     nunca se dedicó profesionalmente al derecho.
                         En 1670, Leibniz fue  con Boineburg a Bad Schwalbach, una
                     ciudad balneario donde el barón seguía regularmente un trata-
                     miento de aguas. En esa ocasión comenzó a fraguarse lo que sería
                     la primera misión diplomática de importancia que realizaría Leib-
                     niz en su dilatada carrera. El rey francés Luis XIV  (1638-1715),
                     con claras tendencias expansionistas, tenía la intención de invadir
                     los Países Bajos. Leibniz imaginó una posibilidad de desviar su
                     ansia conquistadora de Europa y redirigirla hacia Egipto, lo que se
                     llamó el Proyecto  egipcio o Consilium aegyptiacum. La idea de
                     desviar los conflictos internos europeos a otras partes del mundo
                     no era nueva, ya que Leibniz se basó en un proyecto parecido del
                     siglo XIV planteado al papa por el veneciano Marino Canuto.
                         Se preparó un plan secreto para presentar el proyecto en la
                     corte francesa. De  sus conversaciones con Boineburg,  Leibniz
                     elaboró un escrito, pero aunque el objetivo último seguía siendo
                     evitar el ataque francés contra los Países Bajos, la redacción final
                     planteaba más bien una cruzada general contra los infieles. Que-
                     daba tan diluida la idea original que casi ni se citaba Egipto. Este
                     escrito fue  enviado al rey de Francia a principios de  1672, y el
                     ministro de Asuntos Exteriores francés,  quizá al no tener clara
                     cuál era la propuesta, pidió más información e invitó a Boineburg
                     a asistir a la corte, en persona o a quien designara para ello.  El
                     barón nombró a Leibniz como representante en Francia para plan-
                     tear más claramente su idea. En marzo partió hacia París.
                         Además del objetivo de las negociaciones de paz en Europa,
                     Leibniz llevaba otros ocultos. Boineburg le había encargado que
                     abogara ante el rey el pago de una serie de rentas y pensiones
                     que se le adeudaban. Por otro lado, Leibniz deseaba visitar París,
                     donde podía entrar en contacto con grandes nombres del pano-
                     rama filosófico y científico francés.  Su reclusión en Maguncia le





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