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impedía tomar contacto directo con los importantes personajes
       que estaban revolucionando la cultura científica. Leibniz siempre
       defendió que si hubiese podido asistir antes a  París, sus capa-
       cidades se habrían ampliado y habría estado más en disposición
       de perfeccionar y renovar la ciencia,  que es lo que en realidad
       pretendía con su trabajo.
           Un año antes Leibniz se había carteado con Pierre de Carcavi
       (1600-1684),  bibliotecario real, y le había hablado de la máquina
       aritmética en la que estaba trabajando. Supo que Carcavi estaba
       realizando gestiones para invitar a Leibniz a entrar en la Academia
       de las Ciencias de París. El propio Carcavi le escribió invitándolo a
       enviar un ejemplar de su máquina para mostrársela a Jean-Baptiste
       Colbert (1619-1683), ministro de Luis XIV. Esta relación con las so-
       ciedades científicas fue la que abrió el mundo al genio de Leibniz.





       LOS INTERCAMBIOS CIENTÍFICOS

       Hoy día hay personas que se dedican profesionalmente a la in-
       vestigación y reciben su salario como investigadores. A veces
       trabajan en las universidades, en laboratorios, en grandes hos-
       pitales, o en empresas como las dedicadas a la informática o la
       telefonía. Pero lo que suele caracterizar a todos ellos es que viven
       de esa labor.  Pero eso no siempre ha sido así. En los siglos XVI
       y XVII,  muchos de los grandes personajes que desarrollaron sus
       avances durante la revolución científica tenían otros trabajos
       para subsistir. La mayoría de las personas dedicadas a las cien-
       cias eran teólogos, diplomáticos, juristas, sacerdotes, arquitec-
       tos, etc.  No  existían los científicos profesionales, salvo algunos
       pocos afortunados que podían estar a las órdenes de algún rey o
       mandatario importante. Podemos citar a Pierre de Fermat (1601-
       1665), que era abogado y empleado en una oficina del Gobierno;
       John Wallis (1616-1703) era criptógrafo; Anton van Leeuwenhoek
       (1632-1723), que fue el prin1ero en descubrir los microorganismos
       en el microscopio, era comerciante textil, y el filósofo Baruch de
       Spinoza (1632-1677) era pulidor de lentes.





                                            EL DISEÑADOR DE CALCULADORAS    33
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