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disciplinas. Gracias a esta ocupación viajó a otras ciudades para
comprar bibliotecas en las que había libros interesantes para la
biblioteca ducal. Por ejemplo, en 1678 visitó Hamburgo para com-
prar la biblioteca de Martín Fogel, discípulo del naturalista alemán
Joachim Jungius (1587-1657).
A su vuelta preparó para el duque una serie de escritos con
temas tan diversos como la forma de mejorar la administración
pública, la organización de archivos, la práctica de la agricultura
y el trabajo en granjas. En ellos insistía en que para contribuir al
bienestar del pueblo se debía tener una idea clara de cuáles eran
los recursos de que se disporúa, tanto humanos como naturales.
Además de los escritos, le presentó al duque una idea que había
comenzado a rondar por su mente: la de crear una academia de
ciencias en Alemania. Para ello planteaba una serie de inventos a
fin de mejorar la producción minera, y sacar de ahí financiación
para crear la institución.
A pesar de estar instalado en Hanóver, Leibniz no perdió el
contacto con los intelectuales y científicos de Londres y París;
continuaba recibiendo información sobre los avances de la cien-
cia y escribiéndose con personajes influyentes de la sociedad. Por
ejemplo, durante esa época se carteó con Henri Juste! (1620-1693),
secretario del rey francés, aunque después se mudó a Inglaterra.
Para Juste! realizó una breve y precipitada investigación sobre la
historia de los condes de Lowenstein. Ese fue el primer trabajo
histórico que realizó Leibniz, y en cierta forma presagiaba la que
sería la gran ocupación de su vida.
BAJO UN NUEVO PATRÓN
Al duque Juan Federico lo sustituyó su hermano Ernesto Augusto
(1629-1698), duque de Brunswick-Luneburgo, que sería el primer
príncipe elector de Hanóver, es decir, una de las personas que se
encargaba de elegir, en su momento, al emperador alemán.
Tras su llegada a Hanóver, Leibniz conoció a Sofía de Wittels-
bach (1630-1714), esposa de Ernesto Augusto. Sofía era hija de
Y EL CÁLCULO SE HIZO 73