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sistemas de engranajes para mover grandes masas, utilizaron la
         fuerza del agua y del vapor para mover vehículos, el fuego para
         conseguir estatuas móviles o utilizar el aire comprimido para lan-
         zar objetos a grandes distancias.
             Mientras que en las civilizaciones anteriores los conocimien-
         tos se adquirían a través de la experiencia, la inducción o la ex-
         perimentación, los griegos potenciaron sobre todo la deducción.
         A partir de una serie de conceptos se deducían nuevos resulta-
         dos aplicando un riguroso razonamiento deductivo. Por ejemplo,
        Apolonio (ca. 262 a.C.-ca. 190 a.C.), en su libro Secciones cónicas,
        presentó 487 proposiciones deducidas a partir de los axiomas
         recogidos en los Elementos de Euclides.
             El principal objetivo de los griegos era el deseo de compren-
         der el mundo físico, pues consideraban que las leyes matemáticas
         eran la base de la naturaleza y eran imprescindibles para estudiar
         el universo. Era un modo de abordar la naturaleza de una forma
         crítica y racional.
            Los matemáticos griegos eran muy rigurosos en sus presen-
         taciones. Debían demostrar sus razonamientos de forma exhaus-
        tiva, sin dejar posibilidad a ningún resquicio. Rigurosidad que no
        se volvió a conseguir en las matemáticas hasta el siglo XIX.  Pero
        al ser tan rigurosos, presentaban los trabajos terminados tan per-
        fectos que no había forma de entender cómo habían llegado a
         esos resultados. Se llegó a creer que esto era debido a que tenían
        una gran inventiva, una idea feliz que les hacía encontrar resulta-
        dos que después eran demostrados de forma exhaustiva. Muchos
        matemáticos a partir del Renacimiento estaban convencidos de
        que los griegos debían de tener algún método, pero que lo man-
        tenían oculto. Lo podemos ver claro en el siguiente comentario
        de Descartes:


            Así como muchos artesanos ocultan el secreto de sus inventos, Pap-
            pus y Diofanto, temiendo tal vez que la facilidad y la sencillez de su
            método le hicieran perder su valor, prefirieron, para excitar la admi-
            ración de todos, presentarnos como productos de su ingenio algunas
            verdades estériles muy sutilmente deducidas, en lugar de mostrar el
            método de que se servían.





                                                     Y EL CÁLCULO SE  HIZO   77
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