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ARQUÍMEDES DE SIRACUSA

                     No  se puede hablar del cálculo infinitesimal sin comenzar ha-
                     blando del mayor matemático de la antigüedad y uno de los ma-
                     yores matemáticos de la historia, comparable a Newton o Gauss.
                     Arquímedes (ca. 287 a.C.-ca. 212 a.C.) nació en Siracusa, una co-
                     lonia griega de Sicilia, y era hijo del astrónomo Fidias. Estudió en
                     Alejandría y regresó a Siracusa, donde desarrolló su genio hasta
                     su muerte. Tenía una inteligencia fuera de lo normal y una gran
                     amplitud de intereses, y  gustaba de trabajar tanto los aspectos
                     teóricos como los prácticos.  Su importancia la demuestra una
                     frase del filósofo y escritor Voltaire: «Hay más imaginación en la
                     cabeza de Arquímedes que en la de Homero».
                         Aparte de las matemáticas, trabajó y desarrolló el estudio de la
                     estática y la palanca. Es fan10sa su frase:  «Dadme un punto de
                     apoyo y moveré el mundo». Fue el creador de la hidrostática, al
                     menos la parte que trata sobre los cuerpos que flotan en el agua.
                     Uno de los principios más conocidos por todo el mundo es el de
                     Arquímedes,  que indica que cualquier cuerpo sumergido en un
                     líquido experimenta una fuerza de abajo arriba igual al volumen
                     del líquido desalojado.


         «Quien comprenda a Arquímedes y Apolonio admirará
         menos los logros de los hombres más ilustres de su tiempo.»

         -  GO'ITFRIED  WJLHELM  LEIBNIZ.

                         Este principio se relaciona con una de las supuestas anéc-
                     dotas de Arquímedes. Hierón, el tirano de Siracusa, encargó una
                     corona y entregó una determinada cantidad de oro, pero cuando
                     la corona fue entregada, el tirano no estaba convencido de si el or-
                    febre habría utilizado todo el oro o lo habría mezclado con plata.
                     Consultado Arquímedes, comenzó a pensar en el problema y en-
                     contró la solución mientras se bañaba en su casa, con lo que salió
                     directamente del baño y corrió por las calles de Siracusa gritando
                     «¡Eureka!»  («¡Lo  he encontrado!»). Como conocía la densidad
                    del oro y de la plata, le bastó sumergir objetos de oro y plata del






         80         Y EL CÁLCULO SE HIZO
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