Page 117 - 04 Max Planck
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mente permanecía fresco en su memoria el Manifiesto de los
93-, se movió entre bambalinas una y otra vez para tratar de
minimizar los daños de la política nazi. En los años treinta los
alemanes no excluidos por el régimen nazi mantuvieron, en gene-
ral, una postura ambigua respecto al régimen, mezcla de apoyo y
coacción, de aprobación y disconformidad, de queja y someti-
miento. Todo indica que Planck, aun siendo un opositor, compar-
tió estos sentimientos con gran parte de la sociedad alemana.
Aunque consiguió ciertas victorias, es indudable que hubiera po-
dido hacer más.
«Pero ahora, la guerra de aniquilación contra mis indefensos
hermanos judíos me ha obligado a poner toda la influencia
que pueda tener en el mundo en su lado de la balanza.»
- EINSTEIN, EN UNA CARTA A PLANCK, A PROPÓSITO DE SU SALIDA
DE LA ACADEMIA PRUSIANA DE CIENCIAS.
En el caso de Einstein, Planck optó por la moderación y le
solicitó que dimitiera de su puesto en la Academia. Su objetivo
era evitar que se iniciara un proceso de expulsión que tuviera
consecuencias indeseables para otros miembros de la institución.
El ministro montó en cólera cuando se enteró de que Einstein
había dimitido y, de ese modo, privado al régimen del efecto pro-
pagandístico de un proceso abierto y público de expulsión. En
cierto modo, esta reacción daba la razón a Planck, pero, sea
corno fuere, para Einstein y otros judíos aquel no hizo lo sufi-
ciente por defenderlos. Einstein sabía que Planck no tenía nada
contra él, y así se lo hizo saber, pero el régimen nazi dividió su
mundo en dos por una línea nítida. Si Einstein había pertenecido
a una familia judía asimilada, y en su infancia y juventud no tuvo
nunca un compromiso especial con la causa judía, la persecución
nazi le hizo tornar partido.
Otro episodio sonado de la batalla sobre la política científica
entre Planck y los nazis ocurrió a la muerte de Fritz Haber. En
1933 los nazis promulgaron una ley que expulsaba de sus puestos
de trabajo a todos los funcionarios que no fueran de origen ario.
LA EDAD CUÁNTICA 117