Page 38 - 04 Max Planck
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Ostwald y Boltzmann mantuvieron un inolvidable enfrentamiento
                     dialéctico. Así lo relató Sommerfeld varios años después:


                         El campeón de los energetistas era Helm; tras él estaba Ostwald, y
                         tras los dos el filósofo Ernst Mach (que no estaba presente en la
                         sesión). El oponente era Boltzmann, secundado por Felix Klein. La
                         batalla entre Boltzmann y Ostwald se parecía mucho al duelo entre
                         el toro y un fino torero. Sin embargo, esta vez el toro derrotó al to-
                         rero a pesar de toda su agilidad. Los argumentos de Boltzmann die-
                         ron en el blanco.

                         Ostwald era un hombre muy amable y fue  amigo de Boltz-
                     mann,  a pesar de sus diferencias filosóficas. Cuando los experi-
                     mentos de Jean Perrin (1870-1942)  demostraron la existencia de
                     moléculas,  Ostwald reconoció su error y  escribió,  ya en 1909:
                     «Ahora estoy convencido de que recientemente hemos recibido la
                     prueba experimental de la naturaleza discreta o granular de lama-
                     teria, que la hipótesis atómica ha estado buscando en vano durante
                     siglos, si no milenios».  Pero otros energetistas, como Mach,  se
                     mantuvieron en sus trece.
                         Esta obcecación llevó a Planck a hacer un comentario en su
                     autobiografía que, al entender del autor, muchos han malinterpre-
                     tado. A propósito de las dificultades que tanto él como Boltzmann
                     tuvieron para hacer valer sus argumentos frente a la escuela ener-
                     getista, Planck dice lo siguiente: «Una nueva verdad científica no
                     triunfa por convencer a sus oponentes y hacerles ver la luz, sino
                     porque los oponentes terminan muriéndose y una nueva genera-
                     ción crece familiarizada con ella».  Algunos pensadores ponen
                     estas palabras de Planck como prueba de que la ciencia produce
                     las ideas que quieren los científicos y que la supuesta objetividad
                     de las teorías científicas no es tal. No se puede negar que los cien-
                     tíficos son hombres de su tiempo y están influenciados por la
                     época y el lugar en el que viven, pero de ahí a afirmar que los cien-
                    tíficos solo ven lo que quieren ver y no lo que se deduce de los
                    hechos va un largo camino.
                        Las palabras de Planck, por el contrario, admiten una lectura
                    irónica y muestran así la amargura con la que recuerda esas con-






         38         PLANCK Y LA FÍSICA DEL SIGLO XIX
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