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Ostwald y Boltzmann mantuvieron un inolvidable enfrentamiento
dialéctico. Así lo relató Sommerfeld varios años después:
El campeón de los energetistas era Helm; tras él estaba Ostwald, y
tras los dos el filósofo Ernst Mach (que no estaba presente en la
sesión). El oponente era Boltzmann, secundado por Felix Klein. La
batalla entre Boltzmann y Ostwald se parecía mucho al duelo entre
el toro y un fino torero. Sin embargo, esta vez el toro derrotó al to-
rero a pesar de toda su agilidad. Los argumentos de Boltzmann die-
ron en el blanco.
Ostwald era un hombre muy amable y fue amigo de Boltz-
mann, a pesar de sus diferencias filosóficas. Cuando los experi-
mentos de Jean Perrin (1870-1942) demostraron la existencia de
moléculas, Ostwald reconoció su error y escribió, ya en 1909:
«Ahora estoy convencido de que recientemente hemos recibido la
prueba experimental de la naturaleza discreta o granular de lama-
teria, que la hipótesis atómica ha estado buscando en vano durante
siglos, si no milenios». Pero otros energetistas, como Mach, se
mantuvieron en sus trece.
Esta obcecación llevó a Planck a hacer un comentario en su
autobiografía que, al entender del autor, muchos han malinterpre-
tado. A propósito de las dificultades que tanto él como Boltzmann
tuvieron para hacer valer sus argumentos frente a la escuela ener-
getista, Planck dice lo siguiente: «Una nueva verdad científica no
triunfa por convencer a sus oponentes y hacerles ver la luz, sino
porque los oponentes terminan muriéndose y una nueva genera-
ción crece familiarizada con ella». Algunos pensadores ponen
estas palabras de Planck como prueba de que la ciencia produce
las ideas que quieren los científicos y que la supuesta objetividad
de las teorías científicas no es tal. No se puede negar que los cien-
tíficos son hombres de su tiempo y están influenciados por la
época y el lugar en el que viven, pero de ahí a afirmar que los cien-
tíficos solo ven lo que quieren ver y no lo que se deduce de los
hechos va un largo camino.
Las palabras de Planck, por el contrario, admiten una lectura
irónica y muestran así la amargura con la que recuerda esas con-
38 PLANCK Y LA FÍSICA DEL SIGLO XIX