Page 70 - 04 Max Planck
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Cuando se vio forzado a admitir la relación E = h v, la contem-
                     pló como una suposición puramente formal y no pensó demasiado
                     en ella. Lo importante era que le había llevado a la expresión que
                     buscaba.  En los  años que siguieron,  varios físicos  llamaron la
                     atención sobre las consecuencias radicales de esa, aparentemente
                     inocente, suposición.




                     COMIENZAN LAS DESGRACIAS

                    Los primeros años del siglo xx fueron los más felices en la vida de
                    Planck. Amaba a su mujer, Marie Merck (1861-1909), y a sus hijos,
                    Karl, Grete, Emma y Erwin. Gozaba, además, de una excelente re-
                    putación como científico y profesor y su casa era lugar de encuen-
                    tro de músicos, científicos, estudiantes e intelectuales en general.
                    Además vivía holgadamente gracias a sus ingresos como profesor y
                    escritor, a los que había que añadirles ayudas puntuales de su acau-
                    dalado suegro. Sin embargo, todo este maravilloso mundo empezó
                    a tambalearse a partir de la muerte de su mujer en 1909. Aunque se
                    casó de nuevo al poco tiempo, las desgracias personales se irían
                    sucediendo a partir de ese momento con una trágica monotonía.
                        En 1917, su hija Grete murió a la semana de dar a luz. Su her-
                    mana Emma se hizo cargo del bebé. La relación de amistad que
                    unía a Emma con su cuñado se convirtió en algo más, y ella acabó
                    casándose con el viudo en enero de 1919.  En diciembre de ese
                    mismo año, Emma dio a luz a otra niña, pero, como le había ocu-
                    rrido a  su hermana dos años antes,  murió a  consecuencia del
                    parto. Planck, que ya había perdido a su hijo Karl durante la gue-
                    rra, quedó abrumado por tanta desgracia.
                        Einstein, en una carta a Max Bom, cuenta el dolor que sintió
                    cuando vio a Planck poco después de la muerte de Emma y cómo
                    no pudo reprimir las lágrimas. Ante la muerte de su segunda hija
                    Planck escribió en una carta dirigida a su colega Runge:


                        Todavía hay muchas cosas preciosas sobre la Tierra y grandes cosas
                        por hacer, y el valor de la vida está determinado al final por la forma






         70         EL NACIMIENTO DEL CUANTO DE ENERGÍA
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