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El manifiesto era una fanática declaración de patriotismo con
frases como «Guillermo II ha demostrado muchas veces que es el
protector de la paz mundial», o «No es verdad que nuestras tropas
hayan saqueado brutalmente Lovaina. Se han visto obligadas a
tomar represalias contra los habitantes furiosos que los han ase-
sinado traidoramente», o también «Sin el militarismo alemán, la
cultura alemana habría desaparecido de la faz de la Tierra hace
mucho tiempo».
Planck y sus colegas no podían, o no querían, creer que los
mismos jóvenes que hacía unos meses paseaban bulliciosamente
por los pasillos de sus universidades hubieran dirigido a las tropas
que habían quemado la biblioteca de Lovaina. Sus discursos como
rector o como académico y sus cartas del año 1914 a colegas y
familiares están impregnados de sentimientos patrióticos y de re-
tórica militarista. En una carta suya a Wien de noviembre de 1914
podemos leer:
Aparte de lo mucho que hay de horrible, hay también una inesperada
grandeza y belleza: la solución sin más de las más difíciles cuestiones
de política nacional gracias a la unidad de todos los partidos, la
exaltación de todo lo que es bueno y noble.
Pero en 1915 Planck fue moderando su discurso y pronto co-
menzó a expresar en privado sus dudas sobre la pertinencia del
Manifiesto de los 93. En esa moderación tuvo mucho que ver la
figura de Hendrik Antoon Lorentz (1853-1928), el líder, casi indis-
cutible, de la física teórica europea de finales del siglo xrx y prin-
cipios del :xx. Lorentz, con quien Planck mantenía una muy buena
relación, pertenecía a una nación neutral, los Países Bajos, y do-
minaba por igual los idiomas de las partes en conflicto: alemán,
inglés y francés. Tenía oídos para todos y la sensibilidad suficiente
para entender el alcance del sufrimiento que la guerra producía en
los dos bandos.
Lorentz hizo ver a Planck, a través de sus cartas, que el ejér-
cito alemán, en efecto, se había comportado en Bélgica con bru-
talidad. Durante 1915 se vieron dos veces, una en Berlín y otra en
Leiden, y pudieron intercambiar sus impresiones sobre la guerra.
72 EL NACIMIENTO DEL CUANTO DE ENERGÍA