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1934), que había obtenido el premio Nobel de Química un año
antes. Haber había descubierto en 1909 un proceso para la síntesis
del amoníaco a partir de nitrógeno e hidrógeno. Este proceso per-
mitió a Alemania la producción de nitratos para los fertilizantes y
después, durante la guerra, para la fabricación de explosivos.
Haber también desempeñó un papel destacado en el desarrollo de
tecnología militar durante la Primera Guerra Mundial, ya que tra-
bajó con decisión en la producción de gases venenosos.
Estos tres hombres, el moderado Planck, el ultraderechista
y racista Stark y el judío liberal Haber, viajaron juntos a Esto-
colmo en el verano de 1920 para recibir el premio Nobel. La cien-
cia, la guerra y la política marcaron sus vidas. Ellos ejemplifican
tanto la grandeza como la miseria de la ciencia alemana de la
primera mitad del siglo xx. En sus vidas podemos ver reflejadas
todas las contradicciones de la sociedad alemana de su época.
Tras su servicio a Alemania, sin ningún tipo de escrúpulos mora-
les a la hora de usar su ciencia como arma de guerra, Haber se
exiliaría y no viviría para ver cómo los nazis usaban los gases que
su laboratorio había desarrollado para exterminar a los de su
raza. De talante abierto, pero alejado de posturas realmente de-
mocráticas, Max Planck sí vivió lo suficiente para ver cómo todo
el edificio de la ciencia alemana, que él había contribuido nota-
blemente a levantar, se derrumbaba ante sus ojos por culpa de la
política racista y sectaria de Hitler. Casi todos sus intentos por
apuntalar el edificio fracasaron. Por último, Stark representa lo
peor de la Alemania de su época: su sectarismo, su racismo y su
fanatismo fueron creciendo a la par que el poder nazi, hasta al-
canzar niveles de auténtica locura.
LA PROBABILIDAD DE EMISIÓN
Planck no fue ajeno a las críticas que su primera deducción de la
ley de radiación cosechó. Reflexionó en profundidad sobre ello y
entre 1911 y 1912 propuso una nueva teoría para explicar su ley.
Esta segunda teoría no ha sobrevivido más que como una curiosi-
96 LA EDAD CUÁNTICA