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LA PRIMERA ARMA DE DESTRUCCIÓN MASIVA
Una de las imágenes más terroríficas que tenemos de la Primera Guerra Mun-
dial es la del uso de los gases venenosos en el frente. La guerra química, que
libraron especialmente Francia y Alemania, puso a prueba los conocimientos
y el «ingenio» de sus mejores químicos. Buen ejemplo de este refinamiento es
el uso de la cloropicrina, o tricloronitrometano, un gas muy inerte capaz de
penetrar en las máscaras antigás. No provoca la muerte, pero sí vómitos, lo
que obligaba a los soldados a quitarse las máscaras. Los alemanes lo usaron
mezclado con gases letales, que producían la muerte por inhalación una vez
los soldados se habían quitado las máscaras. El Gobierno alemán encargó a
Fritz Haber la organización de una unidad especial para la guerra química.
Ai:mque ello violaba un acuerdo de La Haya de 1899, los alemanes lanzaron un
ataque con cloro en la batalla de Ypres el 22 de agosto de 1915. Fue el inicio
de una escalada por parte de los dos bandos que duró hasta el final de la gue-
rra. La excusa de Haber es una que se ha repetido muchas veces: cuanto antes
se acabe la guerra, menos gente morirá. Estas razones no convencieron a su
esposa, que se suicidó un día en que Haber partió para supervisar un ataque
en el frente oriental. Haber era de origen judío y se comportó durante la Pri-
mera Guerra Mundial como su Gobierno esperaba que se comportara un pa-
triota alemán. Todo ello no le evitó los problemas con el Tercer Reich.
El káiser Guillermo 11 y Adolf von Harnack, seguidos de Emil Fischer y Fritz Haber, durante la inauguración
del Instituto Káiser Guillermo de Física, Química y Electroquímica en Dahlem-Berlín (octubre de 1912).
LA EDAD CUÁNTICA 97