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laba Dalton. Por tanto, lo más conveniente a la hora de hacer los
        cálculos en las reacciones era tratar con volúmenes de gases, y no
        con masas. El error en el razonamiento de Dalton era la confusión
        entre átomos y moléculas.


               «Los volúmenes de las sustancias gaseosas que intervienen
                   en una reacción química, a igual presión y temperatura,
                     están en una relación de números enteros sencillos.»

                       -  JOSEPH-LOUIS  GAY-LUSSAC,  LEY  DE  LOS  VOLÚMENES  DE  COMBINACIÓN  (1808).

            Sin embargo, Gay-Lussac no negaba la validez de las hipótesis
        de John Dalton, las que calificaba abiertamente de ingeniosas y,
        aunque cambió los papeles protagonistas entre masa y volumen
        dentro de las reacciones químicas, en el fondo la explicación ato-
        mista era de su agrado, estando avalada, además de por los reali-
        zados por el propio Dalton, por experimentos de otros científicos
        de fuste, como Thomson y W ollaston. En este punto se distanció
        de su maestro Berthollet, que no creía en átomos sino en partícu-
        las, con un fundamento cartesiano que las hacía divisibles hasta
        el infinito. Gay-Lussac intentó conciliar ambas hipótesis con una
        inteligente afirmación:  «La acción química se ejerce con mayor
        poder cuando los elementos están en proporciones sencillas, o
        entre ellos mismos en proporciones múltiples» (1814).
            El problema de qué hipótesis era la correcta, si el sistema «a
        un volumen» o a «dos volúmenes», no se solucionaría hasta el año
        1860, fecha en la que se celebró el primer congreso internacional
        de química en la ciudad alemana de Karlsruhe. Todo ello en medio
        de una enorme confusión. Los químicos no sabían qué criterio se-
        guir, pues masa y volumen se relacionan en la densidad. Por ejem-
        plo,  Thomas Thomson propuso dividir los compuestos en tres
        grupos en función de su densidad de vapor: iguales a sus masas
        atómicas, doble de las mismas, o cuatro veces estas. La confusión
        no acaba aquí, puesto que otros químicos,  como W ollaston, no
        trabajaban ni con masas atómicas, ni con volúmenes, ni con den-
        sidades de vapor, sino que lo hacían con pesos equivalentes, obte-
        nidos a partir de escalas estequiométricas experimentales. Incluso






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