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Sin embargo, por diversos motivos técnicos, Russell se vio
       obligado a complejizar su estratificación y a introducir reglas ar-
       bitrarias y antiintuitivas.  Como consecuencia, el sistema perdió
       toda fuerza de convicción y el mismo Russell acabó por abando-
       narlo. Aunque algunos de los elementos introducidos por el logi-
       cismo han sobrevivido hasta hoy,  la verdad es que hacia 1920 la
       influencia global de esta escuela había casi desaparecido.
           La segunda propuesta se conoció como  «intuicionismo» o
       «constructivismo», y fue liderada por el matemático neerlandés
       L.E.J. Brouwer (1881-1966).

             «La solución de los problemas que hasta ahora rondaban al
            infinito matemático es probablemente el mayor de los logros
                         de los que nuestra época pueda enorgullecerse.»

                                                      -  BERTRAND  RusSELL,  EN  1910.

           Los intuicionistas decían que las paradojas se debían lisa y
       llanamente a la introducción del infinito en acto y que este con-
       cepto era, tal como habían dicho Aristóteles y Galileo, contradic-
       torio en sí mismo. Toda la teoría de Cantor era un sinsentido que
       debía ser abandonado y las matemáticas, en lo que al infinito to-
       caba, debían volver a la situación anterior a 1870.
           La base de las matemáticas debían ser los números natu-
       rales, con sus operaciones de suma y producto. Estos números
       no necesitaban ser definidos, sino que estaban dados en nuestra
       mente por una intuición básica a  priori.  Desde luego,  los nú-
       meros no debían ser entendidos como formando una totalidad
       infinita acabada, sino como el resultado de un proceso continuo
       de generación (al estilo del pueblo milenario que imaginábamos
       páginas atrás) que empezaba con el número uno y continuaba
       indefinidamente por aplicación de la noción de sucesor ( el 1 es
       el primer elemento, 2 es el sucesor de 1, 3 es el sucesor de 2,  y
       así sucesivamente).
           Para poder afirmar que existe un objeto matemático ( diferente
       de los naturales) era necesario que este pudiera ser construido en
       una cantidad finita de pasos a partir de los números naturales me-





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