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temática a lo largo del siglo xx. El primero de ellos estaba relacio-
       nado con la teoría de Cantor. Este problema es conocido como la
       «hipótesis del continuo» y había sido planteado por primera vez
       por el propio Cantor en la década de 1880, aunque jamás llegó a
       resolverlo. Más adelante volveremos sobre este mismo problema
       porque Godel halló una solución parcial en 1940; la resolución fue
       completada por Paul Cohen.
          La decisión de ubicar la hipótesis del continuo en el primer
       lugar de su lista debe interpretarse como un apoyo explícito de
       Hilbert a la teoría de conjuntos de Cantor. En los primeros años
       de la polémica sobre los fundamentos de las matemáticas, Hilbert
      se mantuvo aparte, tal vez porque confiaba en que el punto de
      vista intuicionista caería derrotado por su propio peso. Pero hacia
       1920, como ya dijimos, el logicismo comenzó a declinar, mientras
      que el intuicionismo cada vez ganaba más adeptos. Es por eso que,
      finalmente,  Hilbert decidió intervenir en persona.  Bajo el lema
       «Del Paraíso que Cantor creó para nosotros nadie podrá expulsar-
      nos» se propuso frenar el intuicionismo. El modo que encontró
      para hacerlo fue proponer una tercera solución para el problema
      planteado por la paradoja de Russell, una solución calculada para
      atraer alos partidarios del intuicionismo y a la vez mantener incó-
      lume la teoría de Cantor.
          ¿Atraer a los intuicionistas pero a la vez salvar la teoría de
      Cantor? Parecía una tarea imposible, porque los intuicionistas,
      precisamente, rechazaban de plano el infinito en acto como un
      concepto absurdo y sinsentido.  Pero Hilbert era Hilbert,  y con
      inteligencia, habilidad y astucia, lo logró.





      EL PROGRAMA DE HILBERT

      En 1920, Kurt Godel tenía catorce años de edad y en su Brno natal
      tal vez  ya soñaba con seguir una carrera científica.  Al  mismo
      tiempo, en Gotinga, Alemania, David Hilbert, de cincuenta y ocho
      años, comenzaba la labor, que le demandl;l.ría una década, de her-
      manar a los intuicionistas con el infinito en acto.






                                            LA CRISIS DE  LOS FUNDAMENTOS   43
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