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Muy pronto los griegos se dieron cuenta de que cuadrar cier-
        tas curvas era muy difícil. En particular, una de las más elementa-
        les:  el círculo.  Por más esfuerzos que  hicieron,  los  griegos  no
        pudieron construir un rectángulo con lados racionales que tuviera
        la misma área. La razón de tales fracasos no se descubrió hasta
        el siglo XIX:  el número n:,  con el que se expresa necesariamente el
        área del círculo, no puede expresarse ya no digamos de forma
        racional, sino ni siquiera como el resultado de una ecuación alge-
        braica. En la actualidad, tales números son llamados trascenden-
        tes, y son parte de los números irracionales.
            La dificultad de cuadrar ciertas curvas en términos racionales
        no  escapaba a  Fermat, pero,  como hemos dicho,  su geometría
        analítica había dado lugar a un número infinito de curvas. En par-
        ticular, curvas de grado superior al cuadrado de las cónicas eran
        de pronto perfectamente tratables como ecuaciones. Así que, en
        vez de obsesionarse por curvas no cuadrables como el círculo,
        Fermat aplicó su método a las curvas de grado superior. La con-
        vicción de Fermat de que dichas curvas estaban perfectamente
        determinadas por su ecuación poco a poco le llevó a no preocu-
        parse por la representación geométrica. En sus cartas y tratados,
        con cada vez mayor énfasis, olvidaba la gráfica de la curva y se
        concentraba en la manipulación algebraica. Como siempre, Fer-
        mat empezó su trabajo a partir de un griego. Esa vez no era Apo-
        lonio ni Diofanto, sino Arquímedes. Sus trabajos definitivos sobre
        el tema fueron publicados por su hijo Clément-Samuel, después
        de su muerte, y aunque fueron incomprendidos por personas de
        la talla de Huygens, el autor ya no estaba presente para, como hizo
        con Descartes, aclarar lo que quería decir.
            Volviendo  a  los tempranos tiempos de  su correspondencia
        con Mersenne y Roberval, en 1636, encontramos a un Fermat ocu-
        pado con el tratado sobre espirales de _Arquímedes, en el que este
        había determinado la cuadratura de la espiral que lleva su nombre.
        Fermat extendió este método a otras espirales, como la que había
        definido para el problema de Galileo mencionado anteriormente.
        Fermat retó a Roberval a encontrar la cuadratura de la parábola
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        sólida, una función cúbica: y  = kx, que consideró por primera vez
        y que se parecía mucho a una parábola. Roberval contestó de in-






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