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En cambio, Richard Tolman defendía su candidatura. Los co-
         legas de todo el mundo no podrían comprender cómo se podía
         negar la dirección a un científico del prestigio de Hubble. Ade-
         más - decía Tolman- , Hubble montaría en cólera si no era nom-
         brado y su espíritu combativo le llevaría por «caminos tortuosos»
         a entorpecer la gestión del nuevo director. Lejos de interpretar
         la Institución Carnegie esta razón a favor de Hubble, el resultado
         fue todo.lo contrario: «Es un excelente argumento para que él no
         sea el director».
             También  se  pensó  en  Shapley,  pero  su  actitud  personal
         causaba aún mayor repulsa. Una elección que parecía correcta
         a todos - incluidos a Millikan, Tolman y Adams- era la de Ira
         Bowen. Bowen estaba en Caltech;  no  era astrónomo,  pero sí
         un excelente físico,  protegido de Millikan,  y por su formación
         se adaptaría al trabajo de la observación astronómica. Además,
         tenía una relación anugable con todos sus colegas y poseía una
         natural habilidad diplomática, o lo que podliamos llamar «mano
         izquierda» para resolver confrontaciones personales.  Una vez,
         tomada la decisión, faltaba poner el «cascabel al gato»:  ¿cómo
         decírselo a Hubble?
             El mismo Bowen propuso la solución: Hubble no sería el direc-
         tor, pero sería el presidente de un Comité del Programa Científico
         que tendría un carácter simplemente consultivo, pero que le per-
         mitiría desarrollar su proyecto científico. El sueldo del director y
         el del responsable de este comité serían aproximadamente iguales.
             Pero a Hubble, que estaba convencido de que él era el único
         director posible, no le gustó esta solución, y contestó al mismo
         Bowen diciéndole que la elección de un físico en lugar de un as-
         trónomo era muy molesta.  Y le propuso algo parecido, pero al
         revés. El director sería un líder científico y su acción se vería fa-
         cilitada por un oficial ejecutivo competente que se ocupara de las
         gestiones de detalle. Pero la decisión estaba tomada y Bowen fue
         nombrado nuevo director.
             La solución diplomática dio buenos resultados y llevó armonía
         y ciencia a Mount Wilson.  Hubble quedó, en parte, resignado, su
         prestigio era respetado y el comité científico no fue necesario. De
         hecho, este comité nunca fue convocado por su propio presidente.






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