Page 34 - 28 Hubble
P. 34

falta de memoria,  él les aleccionaba o les rebatía.  Para ello,  se
                     dirigía a la Enciclopedia Británica que, claro, corroboraba lo que
                     él había dicho,  corno que la había consultado de antemano unos
                     minutos antes ... Esto desagradaba a los ocasionales contertulios,
                     sobre todo cuando alguien se dio cuenta de que había consultado
                     la Británica ya antes de la discusión, en el mismo torno que luego
                     teatralmente había buscado.
                         En otras ocasiones,  cuando en la Segunda Guerra Mundial
                     estaba confinado en Aberdeen o en la isla de Spesutie debido a su
                     puesto de director del departamento de Balística Exterior, tam-
                     bién procuraba impresionar a sus visitas. Cuando recibía cartas
                     oficiales,  algunas del Gobierno,  otras de alto secreto, otras del
                     FBI,  las echaba teatralmente a la papelera sin abrirlas.  Cuando
                     quien le observaba y admiraba por tan olímpico desprecio a la
                     correspondencia oficial ya se había ido, Hubble rebuscaba en
                     la papelera para recoger las cartas.





                     EL «HERMOSO» HUBBLE

                     Hubble siempre tuvo un tipo atlético, por lo que descolló en múl-
                     tiples deportes en su juventud y afianzó su alta autoestima en su
                     época de madurez y senescencia. Sus hem1anas cifraban su her-
                     mosura en su estatura, seis pies y dos pulgadas (unos 1,90 rn),
                     una pulgada menos que su propio padre, recordando esta forma
                     de medir la hermosura viril con la de caracterizar la calidad de
                     un telescopio por el diámetro de su abertura. En sus años mozos
                     pesaba unos 84 kg. Añadía a estas olímpicas proporciones una
                     agilidad y una destreza de movimientos que más que augurar un
                     futuro astrónomo se hubiera esperado de él un brillante depor-
                     tista. Ya con once años, su amigo Sarn se sorprendía de su calidad
                     corno patinador en un lago helado cerca de su casa, diciéndonos
                     que sus pimetas eran toda una exhibición.
                         No es de extrañar que Hubble practicara el baloncesto, un de-
                     porte  concebido para los  altos.  Era jugador destacado  en un
                     equipo de Wheaton y apareció a menudo en el periódico local.






          34         HUBBLE, EL HOMBRE
   29   30   31   32   33   34   35   36   37   38   39