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mos que este consiste en considerar en el átomo dos partes: por
       una lado el «tronco» formado por el núcleo atómico y los electro-
       nes internos, y por otro, los electrones externos, los que están
       menos ligados. La explicación que dio Heisenberg al efecto Zee-
       man anómalo pasaba por dividir entre ambas partes un momento
       angular vagamente relacionado con el campo magnético de los
       electrones externos. A Pauli no le gustaba la idea de repartir un
       momento angular y sugirió que un electrón se caracteriza por cua-
      tro números cuánticos, los tres ya conocidos por el modelo de
       Sommerfeld, más uno nuevo que solo podría tomar dos valores.
       Pauli enunció el principio que hoy lleva su nombre: en un átomo
      no puede haber dos electrones que tengan los mismos números
       cuánticos.  De  esta manera dio un sentido a la explicación que
       daba Bohr sobre el sistema periódico, en el que relacionaba un
      número de electrones a cada nivel de energía.
          Estos resultados de Pauli llevaron a los holandeses S. Goud-
      smith y G.  Uhlenbeck a introducir el espín del electrón. Siguiendo
      la analogía planetaria, un electrón pochia efectuar una rotación
      sobre sí mismo y esta rotación había de estar cuantificada. Vieron
      además que para explicar los dobletes alcalinos, era necesario que
      el número cuántico correspondiente tomara solo los valores + 1/2
      y - 1/2, en unidades de la constante reducida de Planck ñ. Así se
      compaginaban los números semienteros,  el modelo «rumpf»,  el
      principio de exclusión de Pauli y las observaciones experimentales.
      Además, como demostraron Heisenberg y Jordan, al incluir el espín
      del electrón en la mecánica cuántica se resolvía sin ambigüedades
      el efecto Zeeman, que tantos quebraderos de cabeza había dado.
          Pero la imagen de un electrón girando sobre sí mismo es pro-
      blemática. Si el electrón es puntual, ¿qué significa que un punto
      gire sobre sí mismo? Y si tiene un cierto tamaño, un punto del
      ecuador del electrón tendría una velocidad superior a la de la luz.
      Además, habría que conjeturar la estructura del electrón, que ex-
      plota.ría debido a la repulsión entre sus partes. Establecer sin más
      una analogía con la descripción clásica, insistir en analogías clá-
      sicas, puede traer este tipo de problemas. Más vale ser pragmático
      y admitir que el espín es una propiedad más del electrón, como lo
      son su masa, su carga eléctrica o su momento magnético.






                                              LA INCERTIDUMBRE CUÁNTICA    87
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