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de  «para» y 3/4 de  «orto».  Esto fue mencionado también en la
                     concesión del premio Nobel: la aplicación de la mecánica cuán-
                     tica condujo  «al descubrimiento de las formas  alotrópicas del
                     hidrógeno».




                     LA INCERTIDUMBRE CUÁNTICA


                     En mayo de 1926, Heisenberg volvió a Copenhague, esta vez como
                     ayudante de Bohr por un año. Ya tenía suficientes conocimientos
                     de danés para dar cursos a estudiantes. Bohr estaba entusiasmado
                     con su visita, y en una carta a Rutherford le escribió: «Heisenberg
                     está ahora aquí y todos estamos muy ocupados con discusiones
                     sobre la nueva evolución de la mecánica cuántica y sobre las in-
                     mensas perspectivas que contiene».
                         Heisenberg fue invitado por el embajador alemán en Copenha-
                     gue a una velada musical en su residencia. Uno de sus hijos adoles-
                     centes, Carl von Weizsacker, estaba interesado por la física y había
                     pedido a su padre que invitara a tan distinguido físico. Sin duda, el
                     continuo trato que Heisenberg tenía con sus jóvenes exploradores
                     facilitó que entre ellos se estableciera una mutua simpatía, a pesar
                     de que el joven W eizsacker fuera diez años menor y aún cursara
                     estudios secundarios. Años después, W eizsacker hizo el doctorado
                     con Heisenberg y se convirtió en uno de sus pocos amigos íntimos.
                     Más adelante se volverá a hacer mención a él en esta historia.
                         Bohr invitó a Schrddinger para discutir acerca de la interpre-
                     tación de la mecánica cuántica. Según Heisenberg, las discusiones
                     entre Bohr y Schrddinger empezaron ya en la estación de tren de
                     Copenhague, y cada día duraban desde el desayuno hasta bien en-
                     trada la noche. Schrddinger estaba alojado en casa de Bohr, así que
                     no tenía escapatoria. Incluso cuando tuvo que guardar cama por
                     un resfriado, Bohr seguía con las discusiones, sentado a la cabe-
                     cera de la cama. En los años sucesivos, Bohr recordaba a menudo
                     la importancia que tuvieron esas discusiones para la evolución de
                     su pensamiento. Tras la partida del exhausto Schrddinger, y du-
                     rante los meses siguientes, la interpretación de la mecánica cuán-





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