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LAS MONTAÑAS DE LA LUNA
En su obra Sidereus nuncius (1610), y con ayuda ya del telescopio, Galileo
afirmó que existen montañas en la Luna, refutando así la tesis aristotélica de
que los cielos son perfectos y particularmente que la Luna es una esfera lisa
e inmutable. Otras observaciones del científico de Pisa que refrendaron las
tesis copernicanas fueron estas: las manchas en el Sol, cuya variación estacio-
nal evidencia que el eje de rotación del Sol está inclinado; la constatación de
que las estrellas no aumentaban de tamaño (algo que sí ocurría con los pla-
netas). confirmando así la hipótesis sobre la existencia de un enorme hueco
entre Saturno y las estrellas fijas; los satélites de Júpiter, acaso su mayor
descubrimiento, que probaba que no todos los cuerpos celestes giran alrede-
dor de la Tierra; o las fases de Venus, que, unidas a la variación de tamaño del
astro, demostraban que este únicamente podía orbitar alrededor del Sol.
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A la izquierda, las fases de Venus predichas por la tesis
heliocéntrica de la órbita del planeta, refrendadas por las
observaciones de Galileo. A la derecha, las fases del planeta
según las predicciones del modelo geocéntrico.
Merece la pena contar con algo más de detalle técnico el pro-
ceso que siguió Newton en sus estudios iniciales del movimiento
planetario para encontrar la relación inversa entre la fuerza cen-
trífuga y el inverso del cuadrado de la distancia.
50 LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»