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En el caso de creer en la anécdota de la manzana, la idea de
                     una gravitación aplicable a toda la materia del universo surgió ya
                     completa en la mente de Newton. Sin embargo, nada más lejos de
                     la realidad. W estfall escribió al respecto:

                         La historia vulgariza la gravitación universal, tratándola como si
                         fuera una idea brillante. Una idea brillante no puede dar forma a
                         una tradición científica. La gravitación universal no se rindió ante
                         el primer esfuerzo de Newton. Newton dudó y perdió el hilo de su
                         razonamiento, temporalmente desconcertado por complejidades
                         abrumadoras.

                         De hecho, por evidencias indirectas sabemos que,  en una
                     fecha tan tardía como 1681, Newton todavía no había hecho ex-
                     tensiva la fuerza de la gravedad a todos los cuerpos celestes. En
                     aquella época tuvo una discusión  con J ohn  Flamsteed -por
                     aquel entonces astrónomo real- sobre el cometa que pudo ser
                     visto en los cielos durante el invierno de 1680-1681.  Flamsteed
                     afirmaba que el cometa había girado antes de llegar al Sol, mien-
                     tras que Newton sostenía lo contrario. En aquellos tiempos los
                     cometas se consideraban distintos a los planetas, de naturaleza
                     más atmosférica que celeste, ajenos, en cierta forma, al sistema
                     solar; así lo pensaba Hooke, por ejemplo, y, desde luego, también
                     Flamsteed. Y del contenido de su intercambio epistolar es razo-
                     nable concluir que tampoco Newton pensaba que los cometas
                     fueran atraídos por el Sol con una fuerza inversamente propor-
                     cional al cuadrado de la distancia, como ya pensaba que lo eran
                     los planetas. Solo cuando en 1682 regresó el cometa que después
                     fue bautizado con el nombre de Halley, Newton empezó a sospe-
                     char que también estos fenómenos celestes eran esclavos de la
                     gravedad.
                         Después de sus investigaciones de 1666, Newton perdió inte-
                     rés en el asunto de los planetas, que retomó trece años después
                     -en 1679-, cuando recibió una carta de Hooke en la que le pro-
                     ponía volver  a  reiniciar sus intercambios epistolares,  tras la
                     pelea, ruptura y posterior reconciliación que ambos habían pro-
                     tagonizado unos años antes a raíz de las primeras publicaciones





          54         LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»
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