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rosa eliminó de la versión final de su libro casi todas las mencio-
nes que había hecho a Hooke en versiones anteriores.
DEL «DE MOTU CORPORUM» A LOS «PRINCIPIA»
Retomemos ahora el curso de los acontecimientos desatados por
la visita de Halley a Cambridge en agosto de 1684. Newton, que
no había perdido sus cálculos, los revisó, los completó y, en no-
viembre de 1684, envió a Halley un pequeño tratado de nueve
páginas de título De motu corporum in gyrum (Sobre el movi-
miento de cuerpos en una órbita): allí se esbozaba una demos-
tración de que la trayectoria que genera una fuerza de atracción
inversamente proporcional al cuadrado de la distancia es una có-
nica que, ante velocidades por debajo de cierto límite, es, en
efecto, una elipse -incluía también el resultado recíproco, que,
como sabemos, había descubierto a raíz de la carta de Hooke-.
Ese pequeño tratado fue el germen de los posteriores estudios
newtonianos sobre dinámica. En él, y en sus diversas versiones,
vieron la luz las célebres leyes de Newton. Inicialmente fueron
cinco, y después las redujo a las tres que hoy son habituales; su
formulación, tal y como aparecen en los Principia, es la siguiente:
- Primera ley: Todo cuerpo persevera en su estado de reposo
o de movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obli-
gado, por fuerzas ejercidas sobre él, a cambiar su estado.
- Segunda ley: El cambio de un movimiento es proporcional
a la fuerza motriz ejercida sobre el objeto y ocurre según
la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se ejerce.
(El «cambio de un movimiento» no es otra cosa que la ace-
leración.)
- Tercera ley: Con toda acción ocurre siempre una reacción
igual y contraria; o sea, las acciones mutuas de dos cuerpos
siempre son iguales y dirigidas en direcciones opuestas.
LA GRAVITACIÓN Y LA S LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA» 57