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Las órbitas calculadas en base a estas dos leyes cuadraban
        perfectamente con las observaciones disponibles en la época.
            La tercera ley de Kepler apareció una década después, en su
        libro Harmonice mundi (1619); tiene una naturaleza cuantitativa
        hasta entonces desconocida en astronomía,  y establece que  el
        cuadrado de los tiempos de revolución de cualesquiera dos plane-
        tas alrededor del Sol son proporcionales al cubo de sus distancias
        medias al Sol. La teoría copernicana, con el añadido de las leyes
        de Kepler, era, por fin, más simple, elegante y precisa que la vieja
        teoría geocéntrica de Ptolomeo. Sin embargo, las leyes de Kepler
        no suponían el fin  de  esta historia, sino más bien el principio:
        ahora había que explicar qué hace que los planetas se muevan al-
        rededor del Sol de acuerdo con esas leyes.




        DE GALILEO A NEWTON


        Conforme la revolución copernicana se afianzaba,  dinamitaba
        también toda la física aristotélica para explicar el movimiento de
        los cuerpos en la Tierra. Una dinámica de corte cuantitativo, cuyo
        gran abanderado fue Galileo (1564-1642), vino a sustituir a la c~en-
        cia de  cualidades y simpatías aristotélico-escolásticas.  Galileo
        propugnaba un nuevo concepto de ciencia basado en una combi-
        nación de experimentación y racionalismo matemático, sinteti-
        zada magistralmente en su célebre frase:

            La filosofía está escrita en ese grandioso libro que se halla continua-
            mente abierto ante nuestros ojos, al que llamo universo. Pero no se
            puede descifrar si antes no se comprende el lenguaje y se conocen
            los caracteres en que está escrito. Está escrito en lenguaje matemá-
            tico, siendo sus caracteres triángulos, círculos y figuras geométricas.
            Sin estos medios es humanamente imposible comprender una pala-
            bra: sin ellos, deambulamos vanamente por un oscuro laberinto.

            Y nada más fiel  a  ese planteamiento  que  la obra cumbre
        newtoniana: los Principia. Como ejemplo de esta nueva ciencia,






                         LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»   47
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