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la atmósfera y la esfera que ocupa la Luna. Los elementos que com-
ponen un cuerpo tendrán simpatía por ir a su sitio natural: por eso
los elementos sólidos, donde prima la tierra, caen, pues la tierra
busca su sitio natural, en el centro del universo; por el contrario,
las llamas, donde prima el fuego, se elevan, también buscando su
sitio natural, que, en este caso, son las capas altas de la atmósfera.
El De revolutionibus de Copérnico proponía una nueva astro-
nomía basada en un Sol inmóvil en el centro del universo, mientras
que la Tierra giraba sobre su eje cada día y, una vez al año, alrede-
dor del Sol como uno más de los otros planetas: Mercurio, Venus,
Marte, Júpiter y Saturno; la única que quedaba dando vueltas alre-
dedor de la Tierra era la Luna. Se mantenía la esfera de las estre-
llas, pero ahora inmóvil. Sin embargo, esto planteaba numerosas
preguntas, tanto de astronomía y cosmología como de física.
Copérnico trató de dar respuesta a algunas de estas preguntas
en su De revolutionibus, aunque las basó en argumentos aristoté-
licos parecidos a los que sustentaban la inmovilidad de la Tierra.
En cierta forma, no podía ser de otro modo: renovar por completo
la concepción del mundo, por su dificultad, es una empresa nece-
sariamente colectiva. Copérnico dio el primer impulso planteando
una alternativa al modelo astronómico ptolemaico. Las soluciones
a los problemas generados por sus consecuencias cosmológicas y
físicas habrían de darlas quienes vinieran después, y también a
ellos les tocó sufrir el enfrentamiento con la Iglesia católica que
el asunto del movimiento de la Tierra pronto desencadenaría.
La propuesta astronómica de Copémico tardó en abrirse
paso. Por un lado tenía que lidiar con los prejuicios religiosos, y
en esa batalla uno podía dejar la vida. Los protestantes fueron
inicialmente los más beligerantes, pues un Sol inmóvil y una Tie-
rra vagabunda contravienen algún que otro pasaje de la Biblia. Sin
embargo, pronto adoptaron una postura pragmática: se aferraron
a que la propuesta de Copérnico era una hipótesis de trabajo y no
se correspondía necesariamente con la realidad física. Pero, al apa-
ciguamiento de los protestantes siguió el terrible estallido de ira de
la Iglesia católica, y de su brazo annado: la Inquisición. El libro de
Copémico acabó en el Índice de libros prohibidos, Giordano
Bruno en la hoguera - su condena tuvo que ver con las nuevas
42 LA GRAVITACIÓN Y LAS LEYES DEL MOVIMIENTO: LOS «PRINCIPIA»