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Szilárd, pues surgieron algunas desavenencias en la forma de tra-
                     bajar y experimentar con Szilárd, que poseía un fuerte carácter y
                     era muy desorganizado para alguien tan sistemático como Fermi.
                         Estas diferencias desembocarían en la creación de dos grupos
                     de investigación, uno liderado por Fermi y otro por Szilárd. Rivali-
                     zaron en un primer momento por la publicación sobre los neutro-
                     nes secundarios producidos en la fisión del uranio: a primeros de
                     marzo de 1939, ambos grupos tenían sendos artículos preparados
                     para The Physical Review, firmados por Szilárd y Zinn, y por Fermi
                     y Anderson, respectivamente. La relación profesional entre Szilárd
                     y Fermi, empero, sería fluida a lo largo de su vida, como demuestra
                     la abundante correspondencia entre ambos. Con el tiempo, Fermi
                     aprendió que Szilárd era un buen gestor y muy hábil en negociacio-
                     nes con proveedores y políticos. Szilárd también acabó de conven-
                     cer a Fermi sobre las posibilidades reales de la creación de armas
                     de destrucción masiva mediante la fisión nuclear.
                         La mañana del 16  de marzo,  George Pegram se reunió con
                     Szilárd y Fermi. A la cita también acudió Eugene Wigner, físico en
                     Princeton, amigo de Einstein, y también refugiado húngaro como
                     Szilárd.  Los cuatro debatieron sobre la necesidad de mantener
                     en secreto aquellas investigaciones o,  como mínimo, retardar su
                     publicación. Szilárd era partidario del secreto, mientras que Fermi
                     apeló en principio a la tradición y a la ética científica. Fermi no
                     poseía una mentalidad bélica y quizá pecó al principio de cierta
                     inocencia, o dudaba todavía respecto a las posibilidades reales
                     de la tecnología nuclear militar. Tras la mediación de Bohr, se
                     acordó la necesidad de contactar con el Gobierno de Estados
                     Unidos y con los mandos militares, tanto por la cuestión del alto
                     secreto como por la financiación.
                         El 18 de marzo de 1939, Fermi fue el encargado de informar a
                     las autoridades nortean1ericanas sobre las implicaciones militares
                     de la energía atómica. Obtuvo una tibia respuesta, en parte por la
                     prudencia de Fermi a la hora de exponer las posibilidades milita-
                     res de la fisión, y en parte por la ausencia notable de altos mandos
                     en la presentación de Fermi. Las posibilidades de crear una bomba
                     atómica parecían todavía una quimera. Se volvió a Columbia con
                     unos escasos 1500 dólares, gracias al entusiasmo de un joven ofi-






          96         EL PROYECTO MANHATTAN
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