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CAPÍTULO 21.











                     l sol no asomaba aún tras las colinas de Pelech cuando Ariel
                     abandonó la casa paterna rumbo a su destino en Haifa. Muy
                Eprobablemente saldría esa misma mañana hacia Ascalón. Se ha-
                 bía despedido de sus padres y de Fatma sin detenerse demasiado en
                 sensiblerías. De Fatma se llevaba el placer de aquella noche como
                 recuerdo hasta su vuelta, y separarse de sus padres era ya un ritual
                 tradicional desde hacía muchos años; concretamente desde sus pri-
                 meros años en la universidad. A pesar de todo, en aquella ocasión
                 Rebeca lo sintió diferente. Para la señora Kachka, aquella despedida
                 tenía un especial significado. Cuando su hijo volviese centraría toda
                 su atención en la becaria, y a la noble mujer le estaba resultando
                 sumamente duro asumir la elección de su vástago.
                    Sobre las ocho de la mañana, el capitán Kachka ya estaba llaman-
                 do a la puerta del despacho del almirante Peres.
                    —Adelante —le respondió desde el interior el insigne oficial.
                    Peres acostumbraba a llegar muy temprano a la base. Incluso mucho
                 antes que los reemplazos de la guardia de las ocho. Ariel pasó al amplio
                 despacho y se cuadró debidamente antes de dirigirse al almirante.
                    —Señor, me gustaría proceder ya a la formación del equipo que
                 me acompañará a Ascalón. Cuanto antes nos organicemos mejor
                 podremos cumplir con la misión.


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