Page 188 - Edición final para libro digital
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—¿Tiene pensado ya con qué hombres ha de contar?
                 —No señor. No conozco a nadie en esta base. Había pensado
              que quizás usted me proporcionaría gente de su confianza.
                 —Sinceramente, capitán, a pesar de ser aquí el máximo respon-
              sable, tampoco conozco a casi nadie en la base. Tan sólo me relacio-
              no con los oficiales.  Como es obvio, a usted le acompañará gente de
              menor rango; suboficiales concretamente. Le asesorará en la elección
              el comandante Smiter. Él conoce muy bien a la mayoría de la tropa.
                 —Gracias señor. Confío en que el comandante elegirá a los me-
              jores para el desempeño de esta tarea. Por cierto, aún no sé cuántos
              seremos en Ascalón.
                 —Tan sólo tres hombres irán con usted. No queremos que la
              gente de Musleh piense que intentamos engañarles organizando un
              rescate. La vida de nuestros hombres está en juego. Su grupo se en-
              cargará de facilitarle la movilidad y acompañarle en sus reuniones
              con los responsables de Ezzeddin Al-Qassam.
                 —No esperaba que se me encomendase otra cosa diferente, se-
              ñor.
                 —Muy bien capitán Kachka. Ya puede usted retirarse. El sargen-
              to Flater le acompañará hasta el despacho del comandante Smiter.
              Antes de partir hacia Ascalón deberá usted presentarme un último
              informe con los nombres definitivos.
                 —Sí señor. Así lo haré.
                 El sargento Benjamín Flater acompañó a Ariel hasta el despa-
              cho del comándate Smiter; quien ya estaba esperando por el joven
              oficial. Incluso antes de que el propio Kachka llegase a la base de
              Haifa ya se había organizado todo el dispositivo que se habría de
              poner en marcha para las negociaciones con los palestinos. Junto al
              comandante, quien miraba fijamente a través de una gran ventana
              que daba a los muelles de la base, se encontraban sentados, en la
              parte opuesta de la estancia, otros tres hombres. Todos ellos lucían
              sobre sus hombreras los correspondientes galones que acreditaban
              su rango. El alférez Enrick Gorten, y los sargentos Omar Darsán -un
              israelita de origen árabe- y Arael Timot. Sin duda, pensó Ariel, no
              pretendían contar con su opinión a la hora de seleccionar a quienes
              habrían de acompañarle. Era obvio que ya todo estaba organizado

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