Page 193 - Edición final para libro digital
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—Sobre eso nada os puedo decir. Yo soy tan sólo un interme-
                 diario en todo esto. No os puedo garantizar que lo que me dices
                 no vaya a ocurrir. Tampoco tengo la garantía de que vuestro líder
                 cumpla con el trato. Sólo podemos confiar en la honorabilidad de
                 unos y otros.
                    —Está bien. Haremos lo que se nos solicite. Al fin y al cabo,
                 ocurra lo que ocurra, no vamos a estar peor que ahora.
                    —Así es. Tan sólo podéis mejorar vuestra situación. Así que nada
                 arriesgáis.
                    —¿Y qué debemos hacer nosotros? —preguntaron los reos.
                    —De momento, tan sólo esperar. Ya me darán las instrucciones
                 correspondientes en su momento.
                    Cuando Kachka abandonó la prisión de Damun era ya más de
                 la una del mediodía, por lo cual decidió acercarse hasta Haifa para
                 comer algo allí antes de volver a su casa.
                    Cerca de la base naval donde su hijo había sido destinado, en el
                 distrito de Bat Galim, conocía un tranquilo y acogedor restaurante.
                 El BarBQ, ubicado a escasos metros de Stella Maris Square, en el
                 monte Carmelo, era un lugar tranquilo y apacible donde el abogado
                 podía meditar y relajarse mientras comía. A David Kachka le gusta-
                 ba aquel sitio por sus maravillosas vistas al mediterráneo y al puerto,
                 y no perdía ocasión de acercarse a degustar su exquisita cocina cada
                 vez que se desplazaba a la ciudad costera.
                    Mientras tanto, en Acre, Fatma intentaba mantenerse ajena a las
                 inquisidoras miradas de Rebeca. La situación en la casa de sus futu-
                 ros suegros se tornaba cada vez más difícil. La madre de Ariel se había
                 propuesto hacer todo lo posible para impedir que su hijo siguiese ade-
                 lante con aquella relación; pero el temor a ser rechazada por este ante
                 una difícil encrucijada sentimental, hacía que se controlase lo suficiente
                 como para no enfrentarse abiertamente a la palestina. Sin embargo, para
                 Fatma aquello no suponía alivio alguno. Se sentía sumamente incómo-
                 da. Mucho más aún en ausencia del padre de Ariel, quien intercedía
                 abiertamente ante su esposa para defender la relación de los jóvenes.

                    David Kachka había comenzado ya a dar buena cuenta del pri-
                 mer plato, un exquisito bacalao con setas -que en aquel lugar prepara-

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