Page 198 - Edición final para libro digital
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A Ariel no dejaba de sorprenderle aquella manera de entablar una
negociación con los terroristas. Todo resultaba sumamente extraño;
ya que el ejército hebreo no acostumbraba a introducir en Gaza a sus
negociadores. Aquel tipo de misiones solían llevarse a cabo en zonas
neutrales, y normalmente en territorio controlado por los judíos.
Nunca se había enviado un intermediario a pactar con los terroristas
en su propio feudo, y mucho menos a un grupo como el que él y sus
compañeros formaban. Todo ello en el más absoluto secreto y sin
garantizar su seguridad.
Como bien le aclaraban en las órdenes recibidas, de ellos dependía
el éxito o el fracaso de la misión. Ariel no tenía la menor duda de que
aquel extraño asunto podía suponer un peligro real para sus vidas, y
sus superiores no sólo lo sabían, sino que así lo habían organizado.
Por otra parte, la procedencia de aquellas instrucciones era reve-
ladora de la razón por la cual el padre de Ariel se había encontrado
con aquellos hombres en el restaurante. Taback había decidido di-
rigir la operación desde la base de Haifa. Contaba con el apoyo del
almirante Peres y del propio Abe Sabel para tomar las decisiones.
A pesar de su veteranía y de su rango, el viejo coronel no deseaba
asumir sólo la responsabilidad de aquella misión.
Ariel había comenzado ya los preparativos desde el momento
mismo en que llegara a Ascalón. Sólo permanecía a la espera de reci-
bir por escrito las órdenes pertinentes, y aquellas acababan de llegar
a sus manos. Podría poner en marcha su plan a la mayor brevedad
—llamó al agente que hacía guardia junto a la entrada.
—Por favor. ¿Podría decirle al alférez Enrick Gorten y a los sar-
gentos Darsán y Timot que vengan? —solicitó Ariel al joven policía.
—Sí Señor —respondió el guardia al tiempo que giraba sobre sus
talones y abandonaba la estancia.
Una vez los cuatro hombres estuvieron reunidos, Ariel les expuso
el plan de la misión.
A pesar de las disposiciones contenidas en el sobre, Kachka tenía
su propio criterio, y pensaba aplicarlo siempre que le resultase posi-
ble; pero sin cometer el error de desobedecer las órdenes llegadas de
Haifa. No quería facilitarles a los altos cargos razón alguna para que
pudiesen excluirle de la milicia.
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