Page 199 - Edición final para libro digital
P. 199
—Caballeros —dijo a los suboficiales que formaban parte de
su equipo—. Acabo de recibir las órdenes del coronel Taback, así
como parte de los fondos para financiar la operación. En principio
—continuó el joven capitán— podría no parecer una tarea muy
peligrosa. Nos facilitan el contacto con quien debemos negociar el
intercambio, y se nos advierte de no intentar ningún otro tipo de
acción que pudiese hacer peligrar nuestras vidas o las de los rehenes.
Por lo tanto, nada debería salir mal. Sin embargo, algo me dice que
no todo ha de ser tan sencillo. Tendremos que tratar con gente a la
que poco o nada le preocupa mantener los pactos, y tampoco es más
fiable el compromiso de los nuestros. Nada me extrañaría que mien-
tras nosotros intentamos la liberación de los prisioneros se estuviese
gestando ya algún plan para tomar represalias en cuanto nuestros
compañeros estén a salvo.
Ariel había llegado a conocer lo bueno y lo malo de unos y otros.
Su relación con Fatma le había hecho ver una realidad que hasta
entonces sólo conocía en teoría. Una realidad muy diferente a la
inspirada por una sociedad temerosa y educada en la exaltación del
odio hacia los palestinos. Sin embargo, lo que había podido cap-
tar en las vivencias de su amada echaba por tierra todo aquello en
cuanto le habían adoctrinado desde niño. A través de Fatma había
llegado a conocer una verdad sin matices o dudas que pudiesen dig-
nificar al enemigo. A él, al igual que a casi todos los jóvenes hebreos,
le habían inculcado la idea de que todos los palestinos eran, por
definición, gente refractaria y de nula confianza. No existía en el
razonamiento de ningún militar judío la más remota posibilidad de
pacifismo o empatía hacia los árabes. Así lo había creído él siempre,
hasta que conoció a Fatma. En un principio consideró a la palestina
una excepción de la regla, nada más. Sin embargo, según fue avan-
zando su relación con la joven y pudo atestiguar su enorme bondad,
su criterio comenzó a variar. A medida que la muchacha le había
ido contando las hermosas experiencias compartidas con los demás
habitantes de la Franja, gente buena y honrada, y como la inmensa
mayoría de sus compatriotas deseaba la convivencia en paz, sin odios
ni venganzas, Ariel se había ido convenciendo de lo injusto de aquel
enfrentamiento. Se convenció de lo perverso que resultaba todo
196 197