Page 195 - Edición final para libro digital
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—Eso fue lo que a mí me dijo —intervino Peres.
                    —Hace mucho que nos conocemos, David. Sabes que nunca
                 habría aceptado meter a tu hijo en esto de no ser por lo importante
                 que es para mí. Si no conseguimos llegar a un acuerdo con Musleh
                 podrían asesinar a Eitán y a los otros dos chicos.
                    —Lo sé Abe, y haremos todo lo que podamos para que las cosas
                 salgan bien. Puedes estar seguro. Sólo me gustaría conocer un detalle.
                    —Pregúntame lo que desees —se ofreció Sabel.
                    —Por qué has pensado en mi hijo para esta misión. Se supone
                 que tú no conocías su relación con la hermana de los Hasbúm.
                    —Y no la conocía —intervino el coronel Taback— Ha sido idea
                 mía encomendar al capitán Kachka esta tarea. He considerado una
                 ventaja el acceso privilegiado que tendría a dos de los principales
                 actores en las negociaciones.
                    El viejo Sabel no dijo nada. Tan sólo se encogió de hombros,
                 como queriendo demostrar a su amigo su total desconocimiento en
                 la elección del negociador.
                    —Comprendo —se limitó a decir David Kachka.
                    El letrado estaba muy al tanto de todo lo acontecido a su hijo
                 desde que comenzara su relación con la palestina, y no le resultaba
                 en absoluto extraño que fuese el coronel Taback quien pensase en él.
                 Todas las dificultades que le habían surgido a Ariel como consecuen-
                 cia de la intervención del teniente coronel Machta, habían ido a dar
                 finalmente en aquella singular decisión de los jefes del joven capitán.
                    David Kachka no disimulaba su extrañeza por la presencia allí
                 del coronel Taback. Que Abe Sabel y el almirante Peres se encon-
                 trasen en aquel lugar no resultaba nada excepcional; ya que la base
                 estaba muy cerca y la amistad entre ambos hombres era muy estre-
                 cha. Pero que el coronel Taback les acompañase ya no resultaba tan
                 lógico para el padre de Ariel -este no conocía aún los verdaderos
                 planes de aquellos militares- y, evidentemente, no sabía que Romam
                 Taback sería la persona que habría de dirigir toda aquella operación.








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