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de antemano. De todos modos, no le importaba demasiado aquel
detalle. Al fin y al cabo, su opción había sido esa desde el principio;
dejar la tarea de reclutamiento en manos del almirante.
—Buenos días señor —saludó Ariel a su inmediato superior en
posición de firme.
—Buenos días capitán. Le presento a los oficiales que le acompa-
ñarán a Ascalón. El alférez Gorten y los sargentos Darsán y Timot.
—Es un placer señores —saludó Ariel dirigiéndose a los tres
hombres que se mantenían cuadrados ante él.
—Por favor señores, descansen —ordenó el comandante Smiter.
Los cinco se acomodaron entonces en las sillas que rodeaban la
mesa principal del despacho. Allí estuvieron durante más de una
hora planificando su actuación, estudiando documentos relaciona-
dos con todos los personajes actores de aquella operación y recibien-
do las órdenes pertinentes, que ya habían llegado con anterioridad
al despacho de Smiter.
Finalmente, cuando todos tenían ya muy claro cuál habría de ser
su cometido en aquel servicio, Ariel efectuó una última pregunta.
—Mi comandante, ¿quién será nuestro enlace con el estado ma-
yor en todo esto?
—No tendrán ustedes línea directa con el estado mayor. Toda la
operación estará coordinada por el coronel Taback. Todos sus infor-
mes y los progresos de la operación serán puestos en conocimiento
del coronel. Él será quien ejerza de nexo con nuestro estado mayor.
Yo ejerceré como mediador entre el coronel y ustedes.
A Ariel le sorprendió escuchar aquello. No se había imaginado
que Taback fuese a tener algo que ver en aquella misión. Por lo que
había podido hablar con él en su despacho de Jerusalén, no le había
parecido que pudiese ser parte involucrada. Sin embargo, tal como
les estaba diciendo el comandante Smiter, era el principal coordina-
dor de aquel servicio. Igualmente, Ariel no puso objeción alguna al
respecto. El coronel Taback le parecía una persona honesta y de fiar.
Seguro que sería un gran apoyo para su tarea.
Sobre las once de la mañana, Ariel, junto a los tres suboficiales
que le acompañaban, subía al coche que les llevaría hasta Ascalón.
Recorrieron en poco más de una hora y media los 147 kilómetros
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