Page 229 - Edición final para libro digital
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—Es que tienes razón. Si te hubiese llamado probablemente Ab-
                 dud habría abandonado esta vida más reconfortado. Aunque no pu-
                 diese hablarte, estoy segura que hubiese notado tu presencia. Él te
                 quería como a una hija.
                    —Bueno, ya todo ha terminado. Ahora debemos superarlo. La
                 vida continúa.
                    —No para mí, hija. Mi vida ya no tiene ningún sentido sin Ab-
                 dud.
                    —No diga eso. Usted tiene aún mucho que hacer en este mundo.
                    —Te agradezco todo cuanto estás haciendo y los ánimos que in-
                 tentas proporcionarme. Pero, sola y a mi edad... ¿Qué puedo esperar
                 ya?
                    —No está sola, me tiene a mí. Yo permaneceré a su lado. Nece-
                 sito que me cuide durante el embarazo. Seguro que usted también
                 estará deseando conocer a mi futuro hijo.
                    A Saida le sorprendió escuchar aquello. Daba por hecho que la
                 joven se quedaría a vivir con Ariel en cuanto este volviese de Asca-
                 lón. Aquellas palabras, si bien podrían satisfacer egoístamente su
                 deseo, la inquietaron profundamente. De repente centró toda su
                 atención en Fatma. Algo no debía ir bien cuando la muchacha le
                 decía aquello; pues no era lo que había planeado cuando se fuera a
                 Acre con David Kachka.
                    —¿Por qué me dices eso?, ¿qué ha ocurrido?
                    —Nada importante. Sólo que he decidido permanecer a su lado.
                 Ahora no puedo dejarla sola.
                    —Algo no ha ido bien en casa de los padres de Ariel, ¿verdad?
                    No era fácil engañar a Saida. La mujer había vivido mucho, y su
                 perspicacia era muy superior a la habilidad de Fatma para el engaño.
                 Fatma no quería disgustar aún más a la señora Maher, pero si iba a
                 quedarse allí con ella, tendría que sincerarse.
                    —La verdad es que no ha ido como me hubiese gustado.
                    —¿Qué te ha ocurrido? ¿Acaso Ariel se ha desentendido?
                    —No. Nada le he dicho aún sobre mi embarazo. Está en Ascalón
                 cumpliendo una misión importante y no he hablado con él desde
                 que se fue.
                    —¿Entonces, qué pasó? —la apremió Saida.

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