Page 260 - Edición final para libro digital
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No le veía lógica a una petición de aquella naturaleza. Tal sinsentido
sólo podía formar parte de un absurdo plan cuyo objeto fuese justi-
ficar un postrero ataque y destruir definitivamente su relación con
Fatma. Ariel comenzaba ya a plantearse si el verdadero interés de
Abe Sabel era salvar la vida a su hijo o provocar una masacre en la
franja para vengar la matanza de Sheikh Ratwan.
Al día siguiente, Ariel volvió a la celda de los Hasbúm. Ambos
dormían aún cuando el carcelero les comunicó a gritos la presencia
del joven capitán.
—Buenos días —fueron las primeras palabras del militar.
Nabir y Sabil no respondieron al saludo. Algo adormilados y mal
aliñados, se acercaron a las rejas que separaban la celda del pasillo.
—¿Habéis pensado en lo que hablamos ayer? —les preguntó
Ariel.
—Nada ha cambiado. No vamos a comprometernos a lo que nos
pides. Sería una humillación.
—¿Tanto os importa formar parte de Ezzeddin Al-Qassam?
—Lo que nos importa es no morir con deshonra. Si abandonar
la lucha armada fuese tan sólo una decisión personal, lo haríamos.
A estas alturas ya hemos reflexionado suficiente como para darnos
cuenta de lo poco que contamos para los dirigentes de Hamás los
muyahidines. Pero si hemos de renunciar a nuestras vidas queremos
ser recordados por nuestro pueblo como mártires, no como traido-
res.
—Bien. Es vuestra decisión. Llamaré a Padúm para decirle que
ya estáis aquí. Espero que entre hoy y mañana podamos terminar
con todo esto.
—¿Nos llevareis vosotros hasta Gaza? —preguntó Nabir.
—Ese parece ser el plan. Ya veremos. Tengo que hablar antes con
vuestro jefe. ¿Qué más os da a vosotros donde tenga lugar el inter-
cambio? Quedareis libres. ¿No es eso lo importante?
—Sí, claro. Sólo que resulta extraño todo esto. Israel y Hamás ya
tienen llevado a cabo otros intercambios de prisioneros y nunca se
han efectuado por este procedimiento.
—¿Temes acaso que pudiese ser alguna trampa?
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