Page 257 - Edición final para libro digital
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—No creo que sea precisamente favorecer la misión lo que bus-
                 can —dijo David Kachka—. Cada vez estoy más convencido de que
                 intentan aprovechar la ocasión para anular tu relación con ella. Así
                 matan dos pájaros de un sólo tiro. Consiguen la liberación del hijo
                 de Abe y te ponen a ti en el punto de mira de los hermanos Hasbúm.
                 Pero mi mayor aprensión es que, en cuanto liberen a los prisioneros,
                 lancen un ataque sobre Gaza. Eso sería la puntilla a vuestra relación,
                 además de romper el pacto y, muy probablemente, cegar vidas ino-
                 centes.
                    —Ese es uno de mis mayores temores desde que me comunica-
                 ron las primeras órdenes. Todo este plan me ha parecido descabella-
                 do desde el principio, y sólo tendría explicación si lo que pretenden
                 es algo más que la liberación de Eitán Sabel —coincidió Ariel.
                    —Tú ten mucho cuidado. Ahora nada podemos hacer por rever-
                 tir todo esto. Pero no confíes en nadie. Creo que hasta el propio Abe
                 se ha prestado a esta conspiración en tu contra.
                    —Espero que todo salga bien. A lo mejor estamos siendo dema-
                 siado suspicaces y las cosas suceden tal como ellos han dicho.
                    —Podría ser. De todos modos, cuídate mucho.
                    —No te preocupes por mí. Tú cuida de Fatma.
                    El viejo Kachka, una vez más, nada quiso comentarle a Ariel de
                 lo sucedido entre la joven y Rebeca. Mucho menos le contaría que
                 su prometida había vuelto a vivir con la señora Maher. No deseaba
                 que se viese influenciado por problemas externos a la misión. Algo
                 le decía que aquella tarea iba a resultar mucho más peligrosa de lo
                 que habían creído.
                    Ariel volvió a intentar hablar con los reos. Aunque los hermanos
                 no parecían muy animados a confesarse ante él, tenía que coordinar
                 ciertas cosas con ellos. Sólo podría preparar el intercambio si conse-
                 guía que los Hasbúm se mostrasen más colaboradores.
                    —Bien —comenzó diciendo Ariel—. Me gustaría que pudiése-
                 mos hablar sin rencores. Nos guste o no, debemos participar en esto.
                 Lo ideal para todos es que lo hagamos de la mejor manera posible y
                 cuanto antes.
                    Entonces, Sabil rompió el silencio que ambos hermanos habían
                 mantenido desde su llegada.

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