Page 252 - Edición final para libro digital
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—Buenos días señorita Hasbúm —saludaron los dos hombres
              nada más verla entrar en la estancia.
                 La respuesta de Fatma fue casi un susurro.
                 —Buenos días.
                 —Señorita Hasbúm. Tenemos que hacerle algunas preguntas.
              ¿Se encuentra usted en condiciones de atendernos?
                 —Sí —respondió ella con voz tenue.
                 —Ha sido usted quien encontró el cuerpo de la señora Maher.
              ¿Verdad?
                 —Sí.
                 —¿Notó usted algo en ella la noche anterior? ¿Algo que le pudie-
              se hacer desconfiar de sus intenciones?
                 Fatma negó con la cabeza. Durante unos cuantos minutos estuvo
              respondiendo a las preguntas de Masen y contando todo cuanto ya
              le contara a la señora Levsky el día anterior. Pero entonces, el inves-
              tigador le hizo una pregunta que sorprendió a todos.
                 Hemos estado investigando sobre los Maher —comenzó dicien-
              do— y hemos descubierto que han hecho testamento hace tan sólo
              dos meses. En él la nombran a usted heredera de todos sus bienes.
              ¿Conocía usted esa circunstancia?
                 Fatma se volvió hacia su vecina sorprendida. Nada sabía al res-
              pecto. Pero la manera en que Masen le hacía aquella pregunta la
              intranquilizó. La muchacha era lo suficientemente inteligente para
              darse cuenta de que ese detalle la convertía en objeto de una inves-
              tigación, y dados los antecedentes desde que se supo su relación con
              Ariel, comenzó a temerse lo peor.
                 —¿Sabía usted algo de eso? —repitió Masen la pregunta.
                 —No. No sabía nada.
                 —¿Vivía usted con el matrimonio y no le dijeron nada sobre algo
              tan importante?
                 —No. Repitió Fatma. Nunca me hablaron de eso.
                 —Hemos encontrado esto sobre la mesita de noche de la difun-
              ta —dijo Masen, sacando de su bolsillo una nota manuscrita en un
              pequeño folio—. ¿Usted no la vio cuando estuvo al lado del cadáver?
                 Fatma observó aquel papel algo arrugado. Ni siquiera se le había
              pasado por la cabeza mirar a su alrededor cuando entró en la habita-

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