Page 261 - Edición final para libro digital
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—No lo sé. En todo caso, de serlo, los primeros en caer seríais
vosotros, junto a vuestros compañeros capturados. Musleh no deja-
ría que salieseis vivos.
—¿Y eso os preocupa?
—No te conocemos de nada. Tampoco nos importa mucho lo
que les pueda ocurrir a tus compañeros. Pero si Fatma va a sufrir por
tu muerte desde luego que nos preocupa. Ella ha sufrido ya dema-
siado y nosotros hemos tenido mucha culpa de eso. No nos gustaría
volver a causarle infelicidad.
Ariel notó cierto sentimiento en lo que Nabir le decía. Aquellos
dos hombres no parecían tan deshumanizados como él se imagina-
ba. Finalmente, después de más de diez años, se preocupaban por su
hermana. Algo era algo.
—No os preocupéis. Todo ha de salir bien. Por cierto. Quisiera
proponeros una posibilidad para evitar cualquier imprevisto.
—¿Qué nos quieres proponer? —preguntó Sabil.
—Podríamos mantener el contacto una vez volváis a Gaza. Si
colaboramos podríamos evitar muchas muertes.
—¿Nos estás proponiendo hacer de espías?
—No precisamente. Sólo que podríamos comunicarnos para im-
pedir que se sigan cometiendo atentados. Así yo tendría un argu-
mento con el cual ejercer presión a mis mandos para que no ataquen
la Franja, y vosotros cumpliríais, en parte, con vuestra hermana.
—¿Sabes lo que nos estás pidiendo? Sería peor aún que abando-
nar la milicia. Jamás traicionaremos a nuestra gente.
—Pensadlo bien. No os pido que traicionéis a vuestro pueblo.
Sólo que podamos salvar vidas. Tanto palestinas como hebreas.
—Nunca haríamos algo así.
Ante tan rotunda negativa, Ariel optó por no insistir. Su temor
a que el ejército judío tomase represalias por lo de Sheikh Ratwan
aumentaba ante la firmeza de los Hasbúm. Cada vez estaba más
convencido de que los hermanos de Fatma habrían de ser la excusa
perfecta para que sus jefes llevasen a cabo la venganza. Precisamente
ese habría de ser su gran problema cuando Fatma considerase aque-
llo como una traición.
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