Page 310 - Edición final para libro digital
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traba en un territorio en conflicto, como un civil cualquiera y sin
              excusa creíble con la que evitar un juicio militar en cuanto volviese
              a Haifa.
                 —Ya hablaremos de eso en cuanto estemos en casa. Ahora sólo
              nos debe preocupar la forma de abandonar la Franja sin sufrir nin-
              gún contratiempo.
                 Ariel no quiso preocupar a Fatma contándole la forma en que
              había engañado a los guardias del cuartel. Ni su aventura cruzando
              por los túneles. Tiempo tendrían para hablar de ello. Su prioridad
              en aquel momento era abandonar Gaza, e ingeniárselas para poder
              evitar el severo castigo que le impondrían sus superiores si no justi-
              ficaba su comportamiento.
                 Después de un largo rato, en el cual ambos dieron rienda suelta a
              su satisfacción, Ariel, volviendo a la realidad que les envolvía en ese
              instante, decidió que era ya tiempo de planear su regreso.
                 —Debemos buscar la manera de regresar a la frontera sin cruzar-
              nos con los soldados. Tendremos que recorrer casi seis kilómetros a
              pie, y los combates se están reproduciendo por toda la ciudad.
                 —Creo que deberíamos esperar a que se calmen las cosas —opinó
              Fatma—. Es una tarea casi imposible llegar al paso sin ser intercep-
              tados. No sólo las tropas hebreas asedian los alrededores, también las
              milicias de Ezzeddin Al-Qassam están disparando a todo cuanto se
              mueve. Vayamos al apartamento y esperemos allí a que pase el ma-
              yor peligro. He comprado algunas provisiones y podremos subsistir
              dos o tres días. Luego decidiremos qué hacer.
                 Ariel no podía objetar nada al razonamiento de la becaria; pero
              cuanto más tardase en volver a Haifa más difícil lo tendría para jus-
              tificar su ausencia. Durante un buen rato estuvo sopesando ambas
              opciones y, finalmente, concluyó que el razonamiento de Fatma era
              lo más aconsejable. Cualquier pena de prisión sería para él preferible
              antes que arriesgar la vida de su futura esposa y su hijo.
                 Resignándose a su suerte ante un tribunal militar, optó por per-
              manecer allí hasta poder salir con garantías del territorio asediado.
                 —Está bien. Nos quedaremos aquí unos días. Ya inventaré algo
              para justificar mi ausencia en la base —dijo.



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