Page 109 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

            imperiosa necesidad de drogarse se había dormido profundamente,
            durante más de diez horas estuvo inmersa en el sueño totalmente
            laxa; aún no eran las seis pero no podía seguir durmiendo. A su
            lado, tendido en una grotesca postura, se encontraba  Ernesto; se-
            guía durmiendo profundamente, o al menos eso le pareció a Elena.
            Ella se levantó para ir al baño y luego se preparó un café, estaba
            aturdida y aún bajo el efecto de la heroína; le apetecía salir a tomar
            el aire pero no quería ser víctima de la furia de Ernesto si no la en-
            contraba al volver en sí. Se acercó a él para despertarlo y comunicar-
            le su deseo; pero al tocar su mano la notó fría, casi helada, presa de
            los nervios comenzó a zarandear el cuerpo del muchacho. No hubo
            reacción alguna por su parte, dio entonces por hecho que estaba
            muerto. Sola ante semejante situación fue presa del pánico y salió
            a la calle desesperada; temía llamar a la policía y no sabía a quién
            pedir ayuda. A esas horas de la madrugada no tenía a quien recurrir
            y tampoco quería volver al apartamento donde yacía el cuerpo de
            su ya ex pareja. Durante un par de horas vagó sin rumbo por las
            solitarias calles, tan sólo algunos rezagados de la noche se cruzaban
            en su camino, pero nadie a quien pudiese solicitar socorro. Había
            abandonado el cuarto a toda prisa y se encontraba sin ningún re-
            curso, no podría seguir así toda la mañana, debía hacer algo y tomó
            la decisión de volver a por el móvil de Ernesto. En él estaban los
            números de algunos colegas que solían compartir aventuras y des-
            venturas con el difunto. Intentando no hacer ningún ruido para no
            alertar a los vecinos, volvió al apartamento. El teléfono estaba sobre
            la cama, al lado del cuerpo. Lo cogió rápidamente y salió a toda
            prisa cerrando con llave.
                 Una vez en la calle se sentó sobre un pequeño muro que cerra-
            ba el perímetro de un aparcamiento cercano y allí permaneció du-
            rante un buen rato intentando relajarse y asimilar lo que le acababa
            de ocurrir. Una vez se hubo tranquilizado un poco tomó la decisión
            de llamar a alguno de los contactos de Ernesto, necesitaba que al-
            guien la ayudase a afrontar aquella situación. Buscó en la guía del


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