Page 114 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

            veinte minutos buscando, y me fui con Sonia. Durante el trayecto
            hasta llegar al parque, mientras caminábamos, hablamos de todo
            lo ocurrido durante el tiempo en que no nos habíamos visto. Le
            conté detalladamente los sucesos acaecidos en mi vida durante los
            últimos meses e, inesperadamente, hasta recibí consuelo y ánimos
            de su parte. Llegamos al parque casi al mediodía, en el mismo ban-
            co donde solían estar siempre, se encontraban Rodrigo y Tomás,
            estaban solos los dos y nos acercamos para hablarles.
                 —Hola, ¿Miguel aún no ha estado por aquí? —les preguntó
            Sonia.
                 —No, aún no ha llegado, pero ha dicho que vendría, seguro
            que no tarda —respondió Tomás.
                 —Bueno, le esperaremos con vosotros, me ha llamado esta
            mañana para vernos aquí.
                 —Vale —respondieron los dos sin darnos mayor importancia.
                 Al cabo de un cuarto de hora se pudo escuchar el inconfundi-
            ble sonido de la moto de Miguel; entonces sentí como una especie
            de latigazo en el pecho, aquella sensación que me embargaba cada
            vez que tenía cerca a aquel hombre. Miguel dejó la moto al otro
            lado de la alambrada que cerraba la cancha y se aproximó haciendo
            gala de aquella chulería tan característica en él. Sonia salió a su
            encuentro y abrazándose a su cuello lo besó con inusitada pasión,
            sabía muy bien que aquello me exasperaba; entonces,  sin pensarlo,
            también yo me fui hacia él y le besé. Era la primera vez en mi vida
            que besaba a un chico y sin embargo hice lo posible por parecer
            experimentada, y no debí hacerlo muy mal ya que al separarme su
            gesto de sorpresa delataba también satisfacción.
                 —¿Qué te ocurre?, ¿por qué has hecho eso?
                 —¿Te ha molestado? —le pregunté preocupada por su reac-
            ción.
                 —No, claro que no; pero me ha sorprendido, no creí que fue-
            ses tan atrevida y mucho menos que besases así de bien.
                 A pesar de todo el buen rollo mostrado por Sonia esa mañana,


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