Page 16 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

                 Tímidamente me fui con las dos nuevas conocidas al centro
            del parque junto a los columpios, donde se encontraba un grupo de
            varias niñas más que me recibieron con mucha simpatía en cuan-
            to Elena les habló de mí. Entre ellas estaba también mi flamante
            compañera de habitación, Estela. Al poco rato ya había olvidado
            mis miedos y charlábamos tranquilamente de nuestras cosas, todas
            allí habían llegado en circunstancias parecidas a las mías y saberlo
            hizo que me sincerase con las demás y perdiese el temor al rechazo
            sintiéndome, rápidamente, una más del grupo.
                 Todas, a pesar de nuestra corta edad, exponíamos nuestros
            problemas como si de adultos se tratase y nos apoyábamos mutua-
            mente. Aunque quizás la vida nos había hecho madurar más de lo
            debido, no tardó mucho en aflorar nuestra verdadera identidad, la
            de unas niñas de poco más de siete años, y pronto nos entregamos a
            las actividades propias de las chicas de nuestro tiempo, jugar, correr
            y ensuciarnos.
                 Permanecí en aquel centro casi tres meses, aquellos fueron los
            días más felices de mi vida, quizás el único periodo de la misma en
            el que me sentí como lo que realmente debería haber sido siempre:
            una cría sin preocupaciones, dedicada sólo a jugar y a aprender.
            Pero poco duraría mi felicidad en aquel lugar. Un día, estando co-
            rreteando por el jardín con Estela, vino Mónica a buscarme.
                 —Ana, tienes que acompañarme, han venido a visitarte.
                 Acompañé a mi tutora hasta el edificio principal y al entrar en
            el recibidor pude ver, sentados en uno de los sofás, a los tíos de mi
            madre. A pesar de que era la primera vez en todo aquel tiempo que
            venían a visitarme, corrí hacia ellos y los abracé emocionada, me
            sentía enormemente contenta de verlos.
                 —¿No ha venido mamá con vosotros? —fue mi primera pre-
            gunta.
                 —No, tu mamá… bueno, ella estará un tiempo sin poder ver-
            te; pero nos pidió que te dijésemos que te quiere mucho —me
            respondió Tía Carmen entre titubeos.


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