Page 186 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

                 —Voy a hablar con mi padre- le dije a Miguel secándome aún
            las lágrimas.
                 —¿No crees que sería mejor esperar?, estas muy afectada y
            podría desconfiar algo si te viese así.
                 —No te preocupes, no me notará nada; ahora ya no tengo
            ningún motivo para dejar esto. Me guste o no es mi padre y ya que
            nunca he tenido su cariño aprovecharé, al menos, su fortuna.
                 —¿Y qué pasa con tus principios, con tu odio hacia este
            repugnante mundo?
                 —Sólo me queda una cosa por la que deseo seguir adelante y
            forma también parte de este mundo. Supongo que el destino no ha
            querido que mi vida fuese diferente; pero si mis únicas opciones de
            ser feliz pasan por aceptar la imposibilidad de mantener mis prin-
            cipios, renunciaré a ellos sin dudarlo.
                 —Jamás pensé que te oiría hablar así.
                 —Ni yo. Voy a hablar con Bremon —sentencié.
                 Miguel se quedó en el jardín mientras yo me dirigía a la casa.
            Antes de subir al despacho de mi padre pasé por mi cuarto para
            disimular el rastro que había dejado en mi semblante la reciente
            aflicción padecida, una vez hube recuperado el aplomo estuve lista
            para afrontar el reto que supondría reclamar a Bremon mis dere-
            chos como hija legítima.
                 —Vengo a ver a mi padre —le dije a Carlos, uno de sus dos
            hombres de confianza.
                 —Ahora no puede atenderte, está muy ocupado.
                 —Dile que quiero verle, seguro que me atenderá.
                 —Te digo que no puede, hazme caso, vuelve dentro de un rato.
                 Noté algo en la manera de hablarme de Carlos que me hizo
            desconfiar, como si intentase darme a entender algo que podría no
            gustarme. Inmediatamente me vino Elena a la mente, desde hacía
            dos horas no había vuelto a verla y había ido, supuestamente, a
            hablar con mi padre para arrastrar con ella a nuestros vigilantes
            y brindarnos así un tiempo de intimidad; pero si aún no saliera


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