Page 187 - Mucho antes de ser mujer
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José Manuel Bermúdez

            del despacho difícilmente estaría sólo hablando todo aquel tiempo.
            Me estaba imaginando lo peor y no me iría sin comprobarlo. En
            un despiste de Carlos empujé con fuerza la puerta y me introduje
            dentro de la estancia sin que el servil empleado tuviese tiempo más
            que de excusarse. Mi peor pensamiento estaba haciéndose realidad
            ante mis ojos, sobre la mesa del despacho Bremon se encontraba
            acostado mientras Elena, sentada sobre él, satisfacía sus deseos se-
            xuales. Al verme ambos se separaron, Elena se vistió rápidamente
            y mi padre casi se tiró tras la mesa, ella, aún a medio vestir, pasó
            corriendo a mi lado y salió con Carlos, que no parara de disculparse
            ante su jefe desde mi irrupción en la estancia.
                 Una vez solos en el estudio, con mi padre desnudo detrás de
            la mesa, en su imponente silla de capo principal ocupada entonces
            por un patético y avergonzado corruptor de menores, me dirigí a él
            con un duro reproche.
                 —Eres un cerdo, un sinvergüenza. Elena es sólo una niña de
            mi edad, pero ella ni siquiera tiene la madurez mental que yo he
            adquirido, ¿cómo puedes llegar a ser tan asqueroso?
                 —No debiste haber entrado, ¿por qué no obedeciste a Carlos?
                 —¿Aún tienes la desvergüenza de justificar tu ruin actitud
            acusándome a mí?, me gustaría saber qué opinará Susana de esto.
                 —No debes contarle a Susana lo ocurrido, podemos hablar,
            porque supongo que a eso habrás venido.
                 —Sí, venía para hablar contigo, pero lo que acabo de ver me
            está haciendo replantearme si no sería mejor traer conmigo a Susana.
                 —Por favor Ana, hablemos, no le digas a Susana nada de esto.
            Me dijo algo más tranquilo y menos vulnerable después de haberse
            puesto la ropa tras la mesa de trabajo.
                 Me repugnaba tanto lo que había hecho él como lo que hizo
            Elena, pero indudablemente resultaba de gran ventaja para mí ha-
            berlos encontrado en aquella situación, mi padre quería mucho a
            Susana y sería un excelente argumento para mi demanda la posibi-
            lidad de hablar con su pareja de lo que allí había sucedido.


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