Page 182 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

            dos y aislados del frío suelo con nuestra propia ropa a modo de
            alfombra. Yo tan sólo pude entregarme. De espaldas sobre el duro
            cemento, recibía sus caricias disfrutando cada roce de sus manos en
            mis pechos, cerré los ojos dejándome llevar por el placer, que se fue
            incrementando cuando sus húmedos labios recorrieron mi vientre
            mientras con su lengua dibujaba círculos en mi piel alrededor de
            mi ombligo, acercándose poco a poco hacia mi pubis, sin detenerse
            hasta hacerme notar su contacto justo donde más había temido y
            deseado, la sensación que me produjo fue tal que todo mi cuerpo
            se puso en tensión, hasta el punto de padecer espasmos. Temblaba
            de excitación y ya no podía controlar mis acciones, tenía anulado
            cualquier indicio de razón y sólo deseaba que continuase, que aquel
            placer no se detuviese nunca. Totalmente rendida a la pasión, sentí
            a Miguel sobre mí, besándome, mientras toda la dureza de su viri-
            lidad me penetraba. El agudo dolor inicial se convirtió pronto en
            enorme placer, sentía con inmensa satisfacción cómo el hombre
            al que quería formaba parte de mi vida, y un agradable estreme-
            cimiento me provocaba sensaciones totalmente desconocidas. Por
            primera vez alcancé el éxtasis hasta el punto de perder el control de
            mi propio silencio; Miguel me tapó la boca inmediatamente.
                 —¡Shhhhh!, no seas escandalosa, si nos oyen estamos perdidos.
                 —Perdona, no he podido controlarme, te quiero.
                 —¿Te ha gustado?
                 —Muchísimo —le dije ilusionada.
                 —Lo deseaba desde hace tiempo —me susurró Miguel entre
            jadeos.
                 —Yo también; nunca lo había hecho pero contigo ha sido her-
            moso.
                 —Bueno, vistámonos y salgamos, no nos vayan a descubrir
            aquí dentro y tu padre nos la líe.
                 Rápidamente nos pusimos la ropa y, con mucha cautela, gana-
            mos el exterior sin que nadie nos viese salir de allí. Buscamos por
            Elena pero no pudimos encontrarla, así que nos fuimos a sentar


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