Page 86 - Mucho antes de ser mujer
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Mucho antes de ser mujer

            mo que sufrió sabiendo que no podía estar conmigo. Había tenido
            una madre enferma, con una enfermedad muy dura que la llevó a
            la muerte, y sin embargo nunca quiso resultar una carga para mí.
            Lo que acababa de pensar era egoísta. Mi vida no había sido tan
            mala, mis tíos me querían y me habían dado todo cuanto había
            necesitado; a pesar de todo lo ocurrido sería una vileza por mi parte
            escudarme en la relación con mi madre para justificar mis errores.
                 —Buenos días Ana, ¿cómo has descansado?
                 —Muy bien, he pasado casi 24 horas durmiendo.
                 —Ha sido mejor así, estabas demasiado afectada y no era con-
            veniente que pasases por el trance del funeral. Tus tíos se han encar-
            gado de todo. ¿Qué tal estás de ánimo?
                 —Me siento un poco atontada y sensible, pero no me encuen-
            tro tan mal como creí que me sentiría; pensé que su muerte me
            afectaría mucho más. ¿Usted cree que no la quería lo suficiente?
                 —Claro que la querías, no me cabe la menor duda de que la
            querías mucho; pero es normal que no te sientas tan afectada, hacía
            muchos años que no la veías y no habéis tenido roce. Eso creó en
            tus sentimientos una barrera que te impide adentrarte en el dolor y
            es bueno, porque tú debes continuar con tu vida y olvidar lo ocurri-
            do cuanto antes. Conserva tan sólo el recuerdo de todo lo agradable
            que has pasado a su lado y el alivio de haberle dado tu perdón y
            hacerla feliz en el último momento. Ella te lo estará agradeciendo
            desde el cielo, y seguro que siempre estará contigo.
                 —Señorita Beatriz, usted me hace sentir bien, creo que no ha-
            bría podido seguir adelante sin su ayuda y quiero agradecerle todo
            cuanto ha hecho por mí.
                 —No tienes nada que agradecerme, hago esto para ayudarte
            y me siento bien contigo. Te contaré un secreto, pero debe quedar
            entre nosotras dos.
                 —Desde luego, puede confiar en mí.
                 —Cuando yo tenía apenas nueve años mi padre murió en un
            accidente; mi madre y yo nos quedamos solas y en muy mala si-


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