Page 167 - De la luz a las tinieblas
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Unas  pesuñas,  no  menos  exageradas  que  sus  manos,
          asomaban bajo las largas y tétricas prendas. Con el singular
          parecido a las de una bestia cualquiera, se caracterizaban, en
          cambio, por poseer unas enormes garras, que nacían en la

          parte trasera y se prolongaban hacia adelante, formando una
          curva ascendente.
              Aquellas espeluznantes uñas eran mucho más poderosas
          que  la  mejor  de  sus  rudimentarias  lanzas.  Una  patada  de
          cualquiera de aquellas bestias podía rajar todo el cuerpo del
          más fuerte de los góronas.
              Era comprensible que Garan ni siquiera se plantease la
          opción de defenderse de tan letales criaturas.
              Al ver a los cazadores a tan corta distancia, un escalofrío
          recorrió su cuerpo. Orgán, tumbado de frente hacia él, y de
          espaldas a la escena, notó el terror en su rostro. Su expresión
          ante aquella visión fue suficientemente ilustrativa, como para
          que el miedo se apoderase también del viejo.
              Dalman ni siquiera vio lo que estaba ocurriendo. Tendido

          boca abajo, mantenía su cara pegada al suelo, y cubría su
          cabeza con las manos, como si se estuviese protegiendo de
          algún mortal objeto caído del cielo.
              Garan, en cambio, permaneció impávido, sin apartar la
          vista del espacio donde desapareciera Gosún, unos minutos
          antes.
              Los diez acechantes entes se detuvieron a escasos metros.
          Se  comunicaban  entre  sí  en  un  incomprensible  lenguaje,
          mientras  señalaban  el  inútil  escondrijo  en  el  que  se
          encontraban.





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