Page 174 - De la luz a las tinieblas
P. 174
Tras pasar varios minutos de agobio, Andrés vio al fin el
final de la angostura. A unos veinte metros, vislumbró la
irregular silueta de un boquete, por el cual evacuaba el
arroyo.
Ante la mayor inclinación que cobraba el terreno, y no
teniendo conocimiento de lo que se encontraría en la
desembocadura, decidió frenar su caída haciendo cuña con
los pies en las paredes del corredor. Sintió un fuerte golpe
cuando sus dos compañeros, que venían resbalando tras él, lo
embistieron inesperadamente.
Por suerte para todos, Andrés resistió el envite. Apenas se
desplazaron un poco más hacia adelante. Lo justo para poder
ver, desde el borde, la enorme altura existente desde su
posición hasta una laguna en la base del acantilado.
Tenían un nuevo problema. No podían permanecer allí
para siempre, pero la considerable altura, que les separaba de
las mansas aguas en el fondo, no les invitaba a saltar. Mucho
menos sin conocer la profundidad del estanque.
Perdieron un buen rato debatiendo sobre qué decisión
tomar. Pero las alternativas eran nulas. O saltaban, o se
quedaban allí definitivamente. Ya no podían dar marcha
atrás. Era imposible ascender por aquel estrecho pasadizo.
Tenían que seguir adelante. Recordaron entonces de su
inmortalidad. Eso los animó a decidirse.
A pesar del vértigo, saltaron al vacío. Andrés, como
siempre, lo hizo el primero. Los otros dos permanecieron
atentos hasta que el chico contactó con la líquida superficie.
Lo vieron emerger al cabo de unos segundos, sano y
salvo. Entonces, ambos lo imitaron.
180